Fares tiene 24 años y es de una zona rural cercana a Damasco. Explica que es agricultor y que pisó una bomba sin explotar que le provocó graves heridas en una pierna.
«Los chicos del Ejército Sirio Libre (ESL) me llevaron hasta la frontera con Israel», cuenta Fares en su cama en el hospital Ziv de la localidad de Safed, en el norte de Israel.
En la misma habitación, custodiada por soldados israelíes, hay otros dos hombres sirios ingresados. A los tres los ha operado el doctor Alexander Lerner, jefe del departamento de Ortopedia del centro médico.
«Fares tiene una gran pérdida de hueso, unos 20 cm. Le hicimos un trasplante y creo que es posible que se recupere», explica el médico.
Fares lleva ingresado un mes. Al principio se sentía «en un lugar extraño» - Israel y Siria son enemigos -, pero ahora asegura sentirse «cómodo».
No obstante, prefiere no revelar su apellido por miedo a represalias contra él cuando regrese a su casa o contra su familia, de la que dice haber perdido la pista.
Afirma que no es combatiente de ninguno de los grupos rebeldes que se enfrentan al régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, pero ciertas inconsistencias en su relato hacen pensar todo lo contrario.
En el hospital nadie habla de su identidad ni la de ningún paciente sirio. Probablemente, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que lo evacuaron, tengan más datos, pero no son relevantes, ya que Israel ofrece tratamiento médico, desde hace tres años, a heridos sirios sin tener en cuenta si son civiles o combatientes.
«Seguimos una política profesional médica. Si alguien necesita que lo atendamos, lo hacemos. No escaneamos a la gente que requiere asistencia médica», indica el portavoz de las FDI, Peter Lerner.
«Hay mujeres, niños, hombres y personas que participaron en combates», señala el vocero militar.
«La zona al otro lado de la frontera está extremadamente mermada, hay pocos médicos, casi no quedan instalaciones sanitarias», dice Lerner.
Las FDI no niegan que entre los heridos que curan los médicos israelíes haya combatientes del Frente Jabhat al-Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) y de un grupo afiliado al Estado Islámico (EI).
«No voy a especular sobre si hay miembros del EI y Al Nusra. Si alguien viene a la valla de la frontera sin piernas, como ser humano, no lo puedes dejar desangrándose hasta que se muera», recalca Lerner.
Él mismo explica que el 80% del territorio sirio que colinda con la frontera israelí está en manos de Al Nusra y «los últimos 10 kilómetros, más al sur, están controlados por las Brigadas Shuhada al Yarmuk (Mártires de Yarmuk), leales al EI».
La frontera entre Israel y Siria se encuentra en los Altos del Golán, territorio sirio mayoritariamente ocupado por Israel desde 1967 y anexionado desde 1981. Entre ambos lados existe una zona tapón que limita con la línea del armisticio de 1974 que firmaron los dos países.
Durante la guerra de Yom Kipur, más de 100.000 sirios - la mayoría árabes drusos y también circasianos - huyeron o fueron expulsados de sus tierras. Israel nunca permitió que regresaran.
Al principio de dicha guerra, en octubre de 1973, Siria reconquistó una gran parte del sur del Golán, pero finalmente, las FDi lo recuperaron. Israel destruyó diversas aldeas sirias en el Golán y construyó asentamientos judíos.
Casi todos los sirios del Golán tienen familia en el otro lado de la frontera y sufren la guerra a nivel emocional. Desde los pueblos drusos de la zona ocupada por Israel se oían las explosiones de las bombas y se divisaban columnas de humo negro en edificios durante toda la guerra.
En el último mes la situación se tranquilizó mucho, probablemente por la influencia del cese de hostilidades pactado entre el régimen sirio y los rebeldes, aunque Jabhat al-Nusra y el EI no están incluidos en la tregua.
No obstante, los heridos sirios siguen llegando a Israel. Las FDI no revelan el sistema por el que los evacúa. «No quiero especificar cómo se lleva a cabo la entrada de heridos porque es un canal que queremos mantener, pero se trata más bien de un acuerdo entre caballeros», aclara el portavoz militar Lerner.
En los hospitales de Israel se atendieron a más de 2.000 sirios en tres años. Médicos y personal sanitario de las fuerzas israelíes reciben a los heridos en la frontera y deciden dónde trasladarlos.
A veces llegan con notas escritas a mano en un trozo de papel por los médicos que los trataron en Siria.
Algunos tienen las piernas o los brazos destrozados y parece que no podrán recuperarse nunca, pero casi todos sobreviven.
El doctor Lerner enseña fotos de heridas terribles, de cuerpos mutilados de niños, mujeres y hombres. Él y su equipo hacen milagros, reconstruyen extremidades.
Tienen experiencia en este tipo de heridas por los atentados sufridos en Israel y la atención a soldados heridos.
En el hospital Ziv recibieron tratamiento médico - por valor de unos 15.000 dólares por paciente - más de 600 sirios desde diciembre de 2013. Nueve de ellos murieron, los demás sobrevivieron y las FDI los dejaron en la frontera para que regresaran a Siria.
Altos oficiales alegan que sólo un herido pidió no regresar a Siria y lo pudieron mandar a Jordania. «A los sirios llevan muchos años diciéndoles que somos el archi-enemigo, nadie pidió nunca quedarse en Israel», alega Peter Lerner.
Israel y Siria están aún en guerra, aunque no sea abierta. Muchos de los heridos, que llegan inconscientes, sienten pánico cuando se despiertan en un hospital israelí.
Pero en la asociación pro-derechos humanos Al Marsad, de los Altos del Golán, aseguran que muchos estarían dispuestos a quedarse como refugiados en Israel y recriminan que el Estado judío no reciba a sirios que huyen de la guerra.
«¿Por qué Israel es el único país vecino de Siria que no alberga refugiados? Está muy bien que dé tratamiento médico a los que lo necesitan, pero luego los devuelve a la guerra», indica Nizar Ayub, director de Al Marsad, con sede en la localidad drusa de Majdal Shams.
«Según la ley internacional y las convenciones que firmó, Israel está obligado a aceptar refugiados sirios, aunque esté en guerra con Siria, pero en cambio, está devolviendo niños a la guerra», agrega Ayub.
«Cuando empezó la guerra, Israel declaró que tenía campos de refugiados preparados para albergar a sirios, pero nunca lo hizo», dice el director de Al Marsad.
«Israel tiene dos opciones: o crear zonas seguras para civiles dentro de Siria y protegerlas o aceptarlos como refugiados. Es un deber de todos los Estados», añade Ayub.
Salman Fakhr Eddin, miembro de Al Marsad, lamenta que a los heridos se los devuelva a Siria sin haberles hecho una rehabilitación.
En algunos casos, las prótesis necesarias se pagan con donaciones particulares o de ONGs, en otras, con los impuestos de los israelíes.
Otra de las críticas de Al Marsad es que a los combatientes que se da asistencia médica, se los devuelve a Siria aunque pertenezcan a grupos yihadistas como Jabhat al-Nusra y el EI.
«Israel tendría que mantenerlos en custodia y no dejar que vuelvan a Siria a cometer actos terroristas», señalan Ayub y Eddin.
La evacuación y tratamiento de presuntos combatientes de grupos rebeldes heridos, y sobre todo, de posibles yihadistas, despierta rechazo en muchos drusos del Golán.
La mayoría de ellos estaba a favor de Assad cuando empezó la guerra, pero con el tiempo, la población se dividió entre partidarios del régimen y de la oposición.
Todos coinciden, no obstante, en el rechazo hacia los yihadistas, especialmente el EI, según indican desde Al Marsad.
En junio del 2015, una turba atacó a una ambulancia custodiada por las FDI que trasladaba a dos sirios heridos de bala en las piernas.
Los atacantes creían que eran yihadistas, hecho que nunca se confirmó. Mataron a uno de los heridos y dejaron en estado grave al otro. Varias personas fueron arrestadas y un hombre y una mujer fueron procesados.
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