Carteles de «Se vende» cuelgan de Villa Podska, en Cracovia, Polonia. Allí vivió Amon Göth, el sádico comandante que elegía a sus víctimas asomándose al balcón rifle en mano. La casa cobró fama en la película de Steven Spielberg «La lista de Schindler».
Hoy, la villa desde cuyo balcón Göth disparaba indiscriminadamente con su rifle a los prisioneros judíos se encuentra abandonada. Hace varios años que su actual dueño trata de venderla, pero nadie parece querer la casa del nazi.
Se sentía todopoderoso y realmente lo era. Cuando Amon Göth se asomaba cada mañana al balcón de su pequeña mansión, sabía que él y solo él decidiría entre un grupo de más de 20.000 personas, quienes llegarían a ver el final de ese día y quienes no. En los dos años que pasó como comandante del campo de concentración de Plaszow, al menos 8.000 prisioneros fueron asesinados entre sus alambradas.
Se calcula que otros 80.000 hombres, mujeres y niños judíos, fueron enviados a las cámaras de gas del vecino campo de exterminio de Auschwitz. En los últimos meses de la guerra, Göth fue acusado de corrupción y detenido por los propios nazis. Tras la caída del Reich, las autoridades polacas le juzgaron por sus crímenes y le ejecutaron en la horca.
Hoy la maldición de Göth parece permanecer en el lugar en que cometía sus asesinatos. Su más conocida vivienda, se encuentra abandonada en el número 22 de la calle Heltmana, a las afueras de Cracovia. Dos coloridos carteles anuncian que la villa está a disposición del mejor postor. Una sólida verja impide el acceso a los pocos curiosos que se acercan hasta allí y que deben conformarse con ver la fachada delantera del edificio.
Desde la calle resulta imposible vislumbrar la parte trasera, en la que se encuentra el jardín y el famoso balcón en el que, según el testimonio de algunos supervivientes, Göth se «entretenía» disparando con su rifle a los prisioneros del campo. Una escena que fue reproducida de forma estremecedora en el filme de Spielberg, por el actor Ralph Fiennes, quién encarnó al despiadado nazi.
Si difícil es encontrar «Villa Podskaa», aún es más complicado hallar restos del campo de concentración de Plaszow. Un inmenso parque se extiende por el lugar que ocupaban las barracas y las calles de tierra en las que Göth y los suyos martirizaban a los prisioneros. Aunque hay algunos carteles desperdigados en los que se informa sobre el negro pasado y se pide respeto, los ciclistas, jubilados y parejas que lo atraviesan, desconocen lo que aquí ocurrió.
En uno de los extremos del antiguo campo se levantó un gran monumento y, junto a él, un puñado de pequeños memoriales erigidos por diversas asociaciones judías. Adentrándose en el parque y con mucha paciencia, se pueden encontrar restos de la antigua alambrada y las ruinas llenas de grafitis de un par de edificios que, todo apunta, sirvieron de oficinas para las SS.
En el extremo contrario se encuentra la cantera en la que perdieron la vida centenares de prisioneros y que Spielberg utilizó para montar los decorados y recrear el campo de concentración. Todo está sumido en el olvido. Los interesados en ahondar en su historia, no tienen más remedio que dirigirse al centro de Cracovia, donde puede visitarse la fábrica de Oskar Schindler.
Mientras tanto, la vieja mansión del sádico Göth languidecen, a la espera de un comprador y, sobre todo, de personas interesadas en evitar que la historia se olvide. Personas que no permitan que del terrible tormento sufrido allí por decenas de miles de hombres, mujeres y niños, sólo perdure una recreación plasmada en una película.
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