El Centro Alemán para la Pérdida de Patrimonio Cultural coordina a quienes rastrean el origen del arte saqueado por los nazis. El caso Gurlitt atrajo mucha atención, pero hay otras piezas que deben ser restituidas.
Tras el revuelo que causó el extraordinario descubrimiento de la colección de cuadros del ya fallecido Cornelius Gurlitt, hijo del marchante de arte Hilderbrandt Gurlitt, el debate sobre el asunto avanza en Alemania.
Hermann Parzinger, que preside la Fundación Propiedad Cultural Prusa, dijo que «ahora hay por fin un interlocutor para atender las demandas sobre este tema, el Centro Alemán para la Pérdida de Patrimonio Cultural».
Parzinger aseguró que el llamado «caso Gurlitt», que tanta atención internacional genera, ocupó un lugar secundario en la agenda del día de las jornadas de alto nivel celebradas en el Museo Judío de Berlín con expertos, investigadores y políticos internacionales del ámbito de la cultura.
«El caso Gurlitt está totalmente sobrevalorado», afirmó Parzinger. «El asunto va mucho más allá de esa colección, afecta a todo el patrimonio saqueado por los nazis que llegó hasta las instituciones alemanas y que sigue allí disponible».
El nuevo Centro Alemán para la Pérdida de Patrimonio Cultural asumió su labor en abril de 2015. La dirección está en las manos especializadas de Uwe Schneede, historiador de arte y antiguo director del Centro de Arte de Hamburgo.
El nuevo centro tendrá 20 trabajadores que se ocuparán de establecer las redes internacionales que expliquen el origen del arte saqueado por los nazis.
En el futuro, todas las actividades al respecto serán coordinadas y evaluadas en Alemania. Desde allí surgirán cooperaciones estrechas con universidades extranjeras, con archivos y bancos de datos en Israel, Estados Unidos o Francia, con el fin de acceder a sus valiosas informaciones. El Gobierno alemán destinó cuatro millones de euros a la fundación que administra el centro.
Isabell Pfeiffer-Poensgen, secretaria general de la Fundación Cultural de estados federados, sostuvo que la fundación del Centro Alemán para la Pérdida de Patrimonio Cultural era algo necesario.
«Me parece importante que quienes se ocupan del saqueo de arte estén bajo un mismo techo, porque ese podrá ser el punto de encuentro para quienes trabajen en este asunto tanto a nivel nacional como internacional. Si hay algo positivo en el caso Gurlitt, es que ayudó a poner sobre la mesa el tema del arte saqueado», señaló Pfeiffer-Poensgen.
El Centro Alemán para la Pérdida de Patrimonio Cultural ayudará a implementar de forma consecuente los «principios de Washington» de 1998 y la «declaración conjunta» alemana, de 1999. En virtud de ambos acuerdos, tanto Alemania como otros países europeos se comprometen a identificar y encontrar arte confiscado o saqueado por los nazis y devolverlo a sus dueños legítimos.
Hasta ahora, la mayoría de los 2.300 museos y colecciones de arte de Alemania no cumplieron la exigencia del Gobierno federal de buscar en sus depósitos arte saqueado, aunque sobre este tema hay muy poca información. Sólo en un caso se llegó a producir una restitución o devolución a los herederos de una víctima.
La ministra alemana de Cultura, Monika Grütters, propuso en Berlín estímulos económicos para que los museos lleven a cabo esa búsqueda.
«La falta de dinero no puede seguir siendo una excusa», dijo Grütters, que ya había expresado su «repulsa por el hecho de que en los museos alemanes todavía haya arte saqueado por los nazis».
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