Los judíos en Israel y en todo el mundo conmemoran la jornada más solemne de su calendario, Yom Kipur, o Día del Perdón, en el que los más devotos expían sus pecados con prolongados rezos en las sinagogas y los laicos llenan las carreteras del Estado hebreo con sus bicicletas.
Tiendas cerradas, autopistas sin automóviles y fronteras clausuradas son algunas de las señas más emblemáticas en Israel de una jornada que aparece mencionada en la Biblia como «Sábado de sábados», y en la que Dios ordena a cada judío «afligir su alma», posteriormente interpretada por comentaristas como jornada de ayuno, oración, introspección y reflexión.
Es el día en que el pueblo judío ayuna por todos los pecados que cometió durante el año anterior y en el que tiene la oportunidad de ser perdonado.
El proceso de expiación comenzó de hecho unos cuarenta días antes, al iniciarse el mes hebreo de Elul, el último del año, con rezos nocturnos en las sinagogas conocidos como «Slijot», una suerte de oraciones pidiendo clemencia introductorias a Rosh Hashaná, el Año Nuevo que los judíos celebraron la semana pasada.
La introspección es a veces combinada en algunos mercados urbanos con el sacrificio de aves, una costumbre que se remonta a las ofrendas de animales en el Templo de Jerusalén.
Cuchillo en mano, el matarife o «shojet» sostiene el ave sobre de la cabeza del devoto y, girándola varias veces, pronuncia la frase: «Esta es mi expiación; este es mi reemplazo; se va él por mí para que yo entre en una vida larga».
El ritual, conocido en hebreo como «kaparot» - de la misma raíz que «kipur» (expiar) - es una recreación del acto de sacrificio que se realizaba ese mismo día en el Templo con un chivo, y que dio origen a la expresión hispana «chivo expiatorio».
Durante los dos últimos milenios este acto tuvo varios detractores, entre ellos Maimónides, máxima autoridad religiosa en el judaísmo después de Moisés, y el cabalista Yosef Caro.
La liturgia de esta jornada comienza en las sinagogas al anochecer con la oración «Kol Nidré», cuya composición algunos expertos remontan a inicios del siglo V de la era cristiana.
Se trata de una declaración pública para la anulación de votos, juramentos y promesas, originada en la necesidad de anular ante Dios las conversiones forzosas a las que autoridades religiosas extranjeras sometían a los judíos.
Este tipo de narrativas, mitos y creencias, distintos en cada comunidad judía según su ubicación, adornan el folklore de una jornada que en la práctica se limita al ayuno durante casi 26 horas y a la oración casi ininterrumpida.
Como muestra de humildad ante Dios, los creyentes judíos acuden a rezar con con calzado de lona y envueltos todo el día en el «talit».
La peculiar jornada concluye al otro día por la noche con el sonido del «shofar», un cuerno pulido que en tiempos bíblicos tenía fines ceremoniales laicos.
Después de la destrucción del reino de Judea en el siglo I, fue curiosamente el surgimiento del cristianismo el que le confirió a Yom Kipur un carácter religioso, reforzando su conexión con las jornadas del expiación y súplica.
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