Votantes judíos serán clave en las elecciones presidenciales de noviembre en el estado de Florida, donde se analizarán con lupa los comentarios de los candidatos a la Casa Blanca sobre Israel.
El presidente de EE.UU, Barack Obama, y su rival, Mitt Romney, se verán hoy las caras en la Universidad Lynn de Boca Ratón, en el sur de Florida, durante su tercer y último debate televisado, centrado exclusivamente en política exterior.
Israel acaparará, junto con Irán, uno de los seis segmentos del debate de 90 minutos y expertos del centro Brookings Institution en Washington aseguran que lo que se diga esta noche tendrá repercusiones domésticas y puede ayudar a ganar votos entre los judíos de Florida, uno de los «estados bisagra» que entregarán a Obama o Romney las llaves de la Casa Blanca.
Los judíos representan alrededor del 3,4% de la población de Florida, pero su alta participación ciudadana los lleva a tener un peso de hasta el 8% en el electorado, según el Proyecto de Demografía Judía de la Universidad de Miami.
El estado sureño, que aporta más del 10% de los 270 votos electorales necesarios para ganar la Casa Blanca en el sistema de representación indirecta de EE.UU, está todavía en el aire.
Según Real Clear Politics, una página web que realiza una media de las encuestas en el país, Romney encabeza ligeramente la intención de voto, con un respaldo del 48,7%, frente al 46,6% de Obama. Esa diferencia está dentro del margen de error de los sondeos, de ahí que cada voto cuente.
«Si los demócratas no logran alrededor del 70% del voto de los judíos del sureste de Florida no ganarán en el estado», dijo el politólogo de la Universidad Lynn Robert Watson, autor del libro «Israel y el legado de Harry Truman».
Y Obama, que logró un aplastante apoyo de alrededor del 80% de los judíos de Florida en el 2008, parece haber perdido parte del encanto de entonces.
Un sondeo realizado en septiembre por el Comité Judío Estadounidense cifra el apoyo al presidente entre los judíos de Florida en el 69%, frente al 25% de Romney y el 5% de indecisos.
El presidente, que tendió la mano al mundo musulmán durante su discurso en la Universidad de El Cairo en junio del 2009, no logró que ese gesto disminuyese el resentimiento hacia Occidente e Israel y que, como consecuencia, Jerusalén se mostrase más proclive a hacer concesiones para lograr la paz en la región.
El resultado, como recuerda la revista The Economist en un especial sobre las elecciones de EE.UU, es que los árabes lo acusan de seguir siendo pro-israelí y los israelíes, a su vez, de haberlos abandonado.
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