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El Estado judío y la diáspora

Los jóvenes judíos de hoy no entienden por qué una minoría - ciertamente, una minoría  importante - se mantiene en la firme creencia de que toda la tierra de Israel fue entregada por Dios a nosotros, los judíos, sin posibilidad de concesión alguna sobre el asunto.

Uno de los cambios radicales que ha superado el pueblo judío durante el siglo pasado ha sido de orden geográfico. Si antes del Holocausto, la vasta mayoría de los judíos residía en Europa (en particular, en Europa del Este) y Rusia, ahora nos encontramos situados básicamente entre dos polos - Israel y EE.UU.

Por tanto, el presente y el futuro del pueblo judío habrán de decidirse a través de las relaciones que mantengan el Estado judío y la comunidad judía norteaméricana.

El debate que ha surgido en los últimos años acerca de los contornos precisos de la relación entre Israel y la diáspora es fundamental. En pocas palabras, la misma necesita ser repensada y actualizada para el siglo veintiuno. Las ideas y los sentimientos que tan bien nos han servido durante las pasadas seis décadas simplemente no conservan ya esa misma resonancia en las generaciones más jóvenes de judíos americanos, de quienes no puede decirse que tenga una memoria personal de los sucesos de 1948 o 1967.

En su lugar, lo que ellos perciben hoy es un Israel acuciado por los problemas, deseoso de alcanzar la paz con sus vecinos árabes, mientras intenta sin éxito liberarse de cuatro décadas de ocupación sobre los palestinos. Tampoco entienden por qué una minoría - ciertamente, una minoría importante - se mantiene en la firme creencia de que toda la tierra de Israel fue entregada por Dios a nosotros, los judíos, sin posibilidad de concesión alguna sobre el asunto.

No existen respuestas fáciles. Aún así, creo que los vínculos de la comunidad judía de EE.UU con Israel puede tener un impacto positivo en las perspectivas de paz en Oriente Medio y, por extensión, un impacto positivo sobre Israel mismo. Como el presidente de Israel Shimón Peres me dijo una vez: "Para mejorar nuestra relación con la comunidad judía norteamericana, debemos preocuparnos por hacer un Israel mejor. No mejores relaciones, sino un Israel mejor. Ua Israel mejor posibilitará mejores relaciones". 

Pero ¿cómo se vería realmente es "mejor Israel"? Primero, no se debe olvidar que la comunidad judía norteamericana sólo apoyará un Israel democrático y liberal. Estas no son simples consignas; ellas necesitan estar respaldadas por políticas correctas y por un tipo correcto de sistema político. El control indefinido sobre millones de palestinos llevará inevitablemente a una pesadilla demográfica que no podrá sostenerse si Israel es consecuente con sus principios fundacionales. 

Hacer público esta cuestión no debería resultar polémico. La idea de que, como judío, uno debe tomar una posición de "mi Israel, acertado o no", es profundamente problemática. Prefiero tener el tipo correcto de Israel. Además, considerar a cualquiera que critique ciertas políticas israelíes como un "judío que se odia a si mismo", constituye algo simplemente alienante y divisivo.

Durante mis frecuentes conversaciones con importantes líderes de Israel y de la diáspora judía, solemos expresar nuestras propias frustraciones respecto de la actual dirección del Estado judío, al mismo tiempo que apreciamos los muchos atributos positivos del país. Estoy seguro de  que este mismo tipo de conversaciones se repiten en sinagogas, centros comunitarios judíos y universidades, a lo largo de toda la diáspora. La belleza del judaísmo reside en las preguntas que provoca, en especial, aquellas que debemos hacernos acerca de nosotros mismos.

De hecho, no hay mejor signo de que nos ocupamos intensa y profundamente de Israel, de lo contrario, no nos pasaríamos los días trabajando en nombre suyo, dando nuestro dinero, pensando en su futuro, o simplemente, siguiendo los acontecimientos a medio mundo de distancia. Lo hacemos por amor. 

El segundo modo en que la diáspora judía de EE.UU puede colaborar en la actualización de un "mejor Israel" está dado por el poder del ejemplo. La grandeza de la experiencia de los judíos norteamericanos reside en haber sabido casar su incomparable identidad judía con los amplios valores liberales del país en el cual residen. Ya no hay más necesidad de elegir entre asimilación y separación. Somos aceptados como iguales. Así como le dije a David Ben Gurion cuando me preguntó por qué ni mi familia ni yo íbamos a hacer Aliá: "Señor primer ministro, como judíos que somos, hemos hallado nuestra Sion - es Norteamérica".

La misma idea general también debería valer para Israel. Tal como me dijo una vez mi querido amigo, el filósofo David Hartman: "Israel es un retorno a lo particular, pero no un gueto... No fue hecho para aislarse del mundo. Vive en diálogo con él". Sí, Israel tiene verdaderos problemas para ser aceptado en su entorno geográfico y, en algunos casos, también en el escenario internacional. Y sí, estos problemas, en conjunto, no los ha creado Israel. Pero Israel, debería mostrarse siempre comprometido con esta amplia "conversación con el mundo", alejada de la mentalidad "del gueto". 

Los judíos estadounidenses también pueden ayudar de otras formas. La relación entre Israel y la diáspora tiene que convertirse en una verdadera avenida de dos manos y una cooperación sincera entre iguales. Como Avram Burg, ex presidente de la Knéset israelí, me explicó: "Ustedes creen que todos nosotros somos héroes, y nosotros creemos que todos ustedes son ricos; desafortunadamente, sólo el 50 por ciento de eso es cierto". Es seguro que los estereotipos no nos harán ningún bien en nuestra misión común.

Al igual que enviamos jóvenes judíos estadounidenses a Israel a través del programa "Taglit", tenemos que considerar también un descubrimiento "a la inversa" para los niños israelíes que vienen a visitar EE.UU. La apertura de las mentes de los jóvenes israelíes hacia el mundo exterior, en especial, la vibrante comunidad judía americana en si misma, puede ayudar al Estado judío.

De la misma manera, tal como el ex embajador y presidente de la Universidad de Tel Aviv, Itamar Rabinovich, ha sostenido, una mayor colaboración entre estudiantes y los intercambios entre universidades israelíes y estadounidenses también resultarían beneficiosos, tanto como las visitas culturales a Norteamérica por parte de artistas israelíes. Estas y otras iniciativas afines no sólo asegurarán el "diálogo con el mundo" por parte de Israel, sino que además servirán probablemente como apoyo para aquellos sectores de la sociedad israelí, de mayor inclinación liberal.

Otra forma de ayuda que los judíos estadounidenses deben mantener, es el tradicional apoyo político, aquí en EE.UU. Sólo un Israel fuerte, seguro de sus actos, será capaz de hacer las concesiones necesarias para garantizar su futuro. Sin embargo, incluso manteniendo este apoyo político, nunca debemos dejar de pensar en cómo hacer para que ese "mejor Israel" sea una realidad. La respuesta, clara para mí, tiene que comenzar con una paz verdadera, a través de una solución de dos estados al conflicto palestino-israelí.

Es demasiado fácil dejar que el cinismo y la desesperanza sean la norma cuando hablamos de las perspectivas de paz en Oriente Medio. Pero nunca debemos perder de vista lo que tenemos que hacer. "Si lo quereis," según la célebre frase de Teodoro Herzl, "no será una leyenda". No hay que permitir que un mejor Israel, viviendo en paz con sus vecinos, sea sólo un sueño.

Fuente: huffingtonpost.com - 16.8.10
Traducción: Argentina.co.il