El Consejo de la Comunidad Judía egipcia (CCJ), la única organización hebrea en el país, elegió a Magda Haroun como su nueva presidenta, tras el fallecimiento de Carmen Weinstein (82) el pasado sábado, informó el diarió israelí «The Jerusalem Post».
La nueva presidenta del CCJ instó a todos los sectores y religiones de Egipto a unirse y dialogar para recuperar la antigua comunidad egipcia.
Haroun opinó que todos los egipcios deberían sentir tristeza por la muerte de Weinstein y afirmó que la sinagoga de El Cairo es la casa de Dios que acogerá a quien quiera dar el pésame.
El funeral de Weinstein será el próximo jueves en la sinagoga del centro de El Cairo y será enterrada en el cementerio judío de Basatín, por el que ella misma luchó durante años para salvaguardar y rehabilitar.
A principios del siglo XX había unos 75.000 judíos en Egipto. Sin embargo, su número comenzó a declinar a partir de 1948 con la creación del Estado de Israel.
En la actualidad, aunque no hay un censo oficial, se calcula que su número no supera los cien.
Según Haroun, en El Cairo su organización tiene sólo veinte miembros, todas mujeres, la mayoría solas y de edad avanzada.
Egipto fue el primer país árabe en firmar la paz con Israel en 1979.
Haroun señaló que Weinstein fue el baluarte de la comunidad judía en Egipto. «Una mujer decidida a impedir que se borre el rastro de su pueblo en una tierra con ecos de esclavitud y éxodo en la que, sin embargo, los judíos llevan viviendo 2.500 años».
«Todavía estamos aquí. Y estaremos», replicó en una entrevista con «The Jerusalem Post».
«La obsesión de Weinstein era recuperar todo el legado histórico de los judíos y reivindicarlo como parte imprescindible del Estado egipcio», agregó Haroun.
«Desde que tomó el mando de la comunidad, en 2004, relevando a su madre Esther tras su muerte, se ocupó de mantener 11 sinagogas, a punto de hundirse, y restauró otras cuatro. Su mayor logro fue la recuperación del seminario rabínico Maimónides, donde dio clase el más grande teólogo, médico y rabino de la Edad Media», agregó.
Weinstein afrontó las críticas de los judíos en el exterior, que no entendían su fijación con mantener en Egipto el legado de sus ancestros, protegido por una menguante comunidad. La Sociedad Histórica de Judíos de Egipto en Nueva York organizó en los 90 un traslado de instrumentos de oración a Estados Unidos y logró, en respuesta, que Haroun, aún vicepresidenta del CCJ convenciera al Gobierno egipcio para que clasificase como «antigüedades nacionales» todo el material judío, impidiendo su salida del país o su venta.
«Sacarlo de Egipto es como decir que hay que demoler las pirámides porque ya no hay faraones. Aquí aún hay judíos y, aunque no los hubiera, estas piezas son historia egipcia», defendió Weinstein en 1997, cuando logró el cambio.
El presidente de Egpito, Mohamed Mursi, elogió a la líder judía fallecida. «Era una egipcia entregada que trabajó incansablemente para preservar el patrimonio. Valoraba, por encima de todo, vivir y morir en su país», afirmó.
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