Puede ser que esta "primavera" sea pasajera y vuelvan las dictaduras. Aun así, hoy está más claro en el mundo árabe que la libertad es testaruda y asoma siempre que encuentra un espacio. Y si la cortan, vuelve a crecer.
El último episodio en cadena, la caída del Muro de Berlín, acabó rápidamente y bien porque había una solución a mano; una vez derribada la cortina de hierro, los países liberados no tenían otro objetivo que separarse de Rusia, ingresar a la OTAN para que los proteja y a Europa para recibir valores democráticos y un marco de bienestar..
En este caso no hay manual de instrucciones ni modelo que aplicar. Los países árabes están hoy mucho más atrasados que los de Europa Oriental a finales de los '80. La inestabilidad en el punto de partida es muy superior, la distancia entre la situación actual y la meta a la que aspiran los sublevados es enorme. Sabemos cómo están y cómo quieren vivir. Pero con respecto al camino, todo son incógnitas. Sólo se puede asegurar que es más largo, con muchas más trabas y frustraciones.
El factor determinante a la hora de evitar situaciones de caos - o de provocarlas, como en Libia -, son los ejércitos. El egipcio ha sufrido una profunda occidentalización. Se exagera el peligro de que caiga en manos del radicalismo islámico.
Occidente es el socio que debe ofrecer a esos países la mano hacia el crecimiento. No hay ninguna otra fuente posible de estabilidad. Es una obligación que llega en momentos de crisis, pero es imprescindible empezar a invertir de manera prioritaria.
Se destaca con mucho énfasis la relación que mantenían - y mantienen - los líderes occidentales con los dictadores árabes. No les queda más remedio que exponerse a la recriminación actual. La geoestrategia, en primer lugar militar, la han marcado y llevado a cabo EE.UU y Europa. Son ellos quienes han sostenido - y sostienen - a los dictadores a cambio de petróleo.
Dicha sensación de complicidad es fruto de la aceptación de la doctrina de la estabilidad no problemática a cambio de soportar sus barbaridades. No han quedado muy bien ni quienes se abrazaron con Mubarak o con Gaddafi ni quienes se abstuvieron de criticarlos.
Todo el mundo árabe era considerado un caso perdido. Esto es lo primero que hay que rectificar. Si ahora pagamos con justificados temores y subidas de precio del petróleo la imprevisión de las últimas décadas, cuanto más tarde nos pongamos manos a la obra más incrementaremos el riesgo de desestabilización. Nunca es tarde para descubrir que por si solos los ejércitos no resuelven nada.
Gaddafi y todos los responsables de las matanzas de civiles inocentes deben ser llevados ante los tribunales internacionales. Pero con ello no alcanza. Es necesaria una urgente intervención internacional. Liderar la conciencia mundial de los derechos humanos es una hipocresía si no se favorece el desarrollo y el bienestar, la única fórmula conocida que los garantiza.
Puede ser que esta "primavera" sea pasajera y vuelvan las dictaduras. Aun así, hoy está más claro en el mundo árabe que la libertad es testaruda y asoma siempre que encuentra un espacio.
Y si la cortan, vuelve a crecer.