Una 'start-up' israelí, que logró transformar el CO2 producido por las industrias en carburante, aseguró que no se necesita mucho más para hacer de este gas una fuente de energía limpia e incluso rentable.
Se trata de una apuesta arriesgada, en un momento en el que los representantes del mundo entero se reunieron en París para intentar limitar el calentamiento global, causado principalmente por las emisiones de CO2.
«Hay que hacer ver a los industriales el potencial comercial de las emisiones de CO2 y no sólo hacer pagar a los que contaminant», afirmó David Banitt, presidente de NewCO2Fuels (NCF), una empresa implantada en el parque científico de Rehovot, al sur de Tel Aviv.
Esta compañía, que transforma el CO2 industrial en combustible, intent posicionarse en el nuevo mercado de la Captación, Almacenamiento y Utilización (CSU) del carbono.
«Hubo un gran entusiasmo por la tecnología de captación y de almacenamiento de CO2 en los años 2008-2010, luego asistimos a una ralentización con la crisis económica y a la caída del precio de la tonelada de carbono», de 30 euros en 2008 a 8,5 euros en 2015, explicó Banitt.
Desde hace algunos años, científicos y hombres de negocios estiman que la solución más rentable y aceptable ya no se encuentra en el soterramiento de toneladas de emisiones de CO2 sino en su transformación en energía.
Israel, Estados Unidos, China y Europa e compiten para ser los primeros en preparar esta tecnología y conseguir desarrollarla a escala industrial.
En Israel, el equipo de NCF, instalado en el último piso de la torre algo deteriorada del instituto Weitzman de Rehovot, perfecciona su prototipo de central solar capaz de producir un hidrocarburo, el syngas, a partir del CO2 contenido en el aire.
Alrededor de todo el edificio, un campo de paneles solares se refleja en un solo espejo, una especie de lupa gigante, que permite calentar un reactor a más de 1.000ºC.
«Todo este calor pasa en seguida por el reactor y es en éste donde se produce la disociación del gas», explicó Uzi Aharoni, jefe de loperaciones NCF.
La central conseguirá un carburante sin recurrir a ninguna energía fósil, simplemente con aire, sol y ocho años de tecnología punta.
«Hay que preguntarse si reutilizar el CO2 para convertirlo en combustible no va a desviar la filosofía del proyecto de captación y de almacenamiento de su primer cometido, que es el de frenar el cambio climático», dijo Banitt.
El reactor de NCF, que transforma el CO2, podrá instalarse al final del proceso de producción en algunas fábricas que producen a la vez una gran cantidad de calor y de dióxido de carbono, como las industrias metalúrgicas y gasísticas.
Reciclando una parte de sus emisiones de CO2 en carburante, estas industrias reducirán su impacto climático.
El procedimiento de NCF será experimentado en Israel antes de 2016. La empresa prevé hasta 2018 una comercialización potencial en el mercado mundial estimada en 24.000 millones de dólares al año.
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