Investigadores israelíes descubrieron que los bebés amamantados tienen menos opciones de desarrollar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) que los alimentados con leche de fórmula.
Los pediatras animan a las madres a amamantar a sus recién nacidos debido a que la leche materna es una nutrición óptima para el bebé, es más fácil de digerir y contiene anticuerpos que ayudan a su sistema inmunológico y hormonas que le tranquilizan.
A todos estos beneficios podría sumarse ahora el de prevenir que se desarrolle el TDAH, de acuerdo a un estudio dirigido por la doctora Aviva Mimouni-Bloch de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv, que demostró que entre los niños que padecen ese trastorno hay menor proporción de amamantados.
Aunque los investigadores son cautos y advierten de que sólo probaron la existencia de una relación significativa entre la lactancia materna y una menor incidencia de la hiperactividad en la infancia, el estudio sugiere que dar el pecho podría servir de potente protector contra el TDAH.
Este es uno de los trastornos de conducta más comunes diagnosticados en niños y adolescentes, de naturaleza heterogénea y multifactorial, por lo que es improbable encontrar una única causa.
Publicado en la revista «Breastfeeding Medicine» y presentado en el congreso de la Academia de Sociedades Pediátricas en Washington, el estudio se centró en los hábitos de lactancia que los padres dieron a sus hijos, que dividió en tres grupos.
El primero, constituido por 56 niños diagnosticados con TDAH; el segundo, formado por 52 hermanos de niños con ese trastorno, y el tercero, de 51, es el grupo de control, sin ninguna relación genética con el mismo.
Los resultados revelaron una clara relación entre la lactancia con leche de fórmula y el TDAH. Así, los que fueron criados con biberón a los tres meses tenían tres veces más posibilidades de padecer el trastorno que aquellos que recibieron el pecho.
La metodología consistió en una comparativa de las historias clínicas de niños con edades comprendidas entre 6 y 12 años que ingresaron por diferentes razones en el Hospital pediátrico Schneider de Petaj Tikva, en el centro de Israel.
Los padres llenaron un cuestionario detallado sobre cómo habían alimentado a sus hijos, si exclusivamente con fórmula o también lactancia materna, así como factores que pueden influir en la aparición del TDAH, como situación familiar, nivel educativo de los padres, problemas durante el embarazo como la hipertensión o diabetes, peso del bebé o relación genética con el TADH.
Tomando todos estos factores en consideración, los investigadores descubrieron que los niños con hiperactividad tenían una probabilidad mucho menor de haber mamado en el primer año de vida en comparación con los pertenecientes a los otros grupos.
A los tres meses, sólo el 43% de diagnosticados con TDAH fueron dados de mamar en relación con el 69% del grupo de los hermanos y el 73% del de control.
«Vimos que existe una asociación significativa entre el TDAH y la falta de amamantamiento a los tres meses», explicó la doctora Mimouni-Bloch.
«Sabíamos que el factor genético era determinante, pero nos sorprendimos al encontrar diferencias significativas entre los que no fueron amamantados a los tres meses y los otros grupos», agregó.
A los seis meses, el 29% de los afectados con el trastorno fue amamantado, frente al 50% del grupo de hermanos y al 57% del de control.
Y a partir de esta edad se reduce drásticamente el porcentaje de niños con TADH que recibieron el pecho, lo que apunta a la posibilidad de que la duración de la lactancia materna pueda desempeñar un papel fundamental en esta relación.
Los investigadores no pudieron determinar cuáles son los mecanismos que podrían intervenir en esa relación, si pueden ser los componentes de la propia leche materna, el lazo que se establece entre la madre y el bebé durante el amamantamiento o ambos.
Respecto al tiempo recomendable para impedir la aparición del trastorno tampoco hay una pauta precisa, según el estudio.
«No podemos decir hasta cuándo se debe dar el pecho para evitar el TDAH, pero el plazo de 6 meses recomendado por la Organización Mundial de la Salud nos parece muy razonable», señaló Mimouni-Bloch.
El estudio de la Universidad de Tel Aviv se suma a otra investigación de un hospital de Nueva York con resultados que apuntan a una tendencia similar siguiendo otra metodología, lo que de acuerdo a la doctora israelí, refuerza su tesis.
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