El diputado del Likud, Reuvén (Ruby) Rivlin (74) será el décimo presidente de Israel, tras obtener 63 de los 116 votos válidos que emitieron sus colegas parlamentarios en la segunda ronda de votaciones para elegir al sustituto del actual jefe de Estado, Shimón Peres.
Rivlin se impuso por diez votos a su rival en segunda vuelta, Meir Shitrit (65), diputado de la formación Hatnuá, liderada por la ministra de Justicia, Tzipi Livni.
Nacido en Jerusalén en 1939, Rivlin fue ministro de Comunicaciones en el Gobierno del primer ministro Ariel Sharón, presidente del Parlamento, vicealcalde de su ciudad natal y presidente del club de fútbol Beitar Jerusalén.
«Me gané su confianza como presidente de esta Cámara, como responsable de controlar el equilibrio apropiado y honesto del péndulo del debate. Ahora quiero hacer de la residencia presidencial una casa de colaboración, diálogo y comprensión», dijo Rivlin, que jurará el cargo el 24 de julio, tras ser elegido.
En la primera vuelta de la votación Rivlin ya había quedado primero con 44 votos de 119 (un parlamentario estaba fuera de Israel), pero necesitaba 61 para imponerse. Le seguía Shitrit, con 31 sufragios; luego la ex diputada Dalia Itzik (61), con 28; seguida de la ex juez de la Corte Suprema, Dalia Dorner (80), que obtuvo 13 votos, y el profesor galardonado con el premio Nobel de Química, Dan Shechtman (73), que consiguió sólo uno.
Al contrario que Peres, Rivlin se opone a la solución de dos Estados en las negociaciones con la Autoridad Palestina, aunque aboga por la igualdad de derechos para los palestinos como ciudadanos de un futuro gran Estado israelí.
El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, saludó la elección y dijo esperar una estrecha cooperación con el presidente electo, aunque es un secreto a voces que la relación entre ambos es más que tensa. Por eso su fracción tardó en dar su apoyo abierto a Rivlin.
Israel tendrá ahora un «presidente patriota y de derecha», afirmó la diputada Miri Regev, del gobernante Likud.
«Tendremos un presidente que cree en el derecho del pueblo de Israel a su tierra y que no se avergüenza de decirlo abiertamente», señaló el ministro de Economía, Naftali Bennett, del partido ultranacionalista religioso Habait Haiehudí que apoya la anexión de los asentamientos judíos en Cisjordania.
El embajador estadounidense, Dan Shapiro, felicitó a Rivlin por Twitter y le deseó «valor y fuerza».
Esta carrera por hacerse con la presidencia fue una de las más turbias de la historia política de Israel, después de que un sexto candidato, el laborista Binyamín Ben Eliezer, abandonara su postulación a último momento por acusaciones de corrupción.
Antes, Silvan Shalom, del Likud, tuvo que retirarse también por acusaciones de acoso sexual por parte de una ex empleada.
Peres fue electo presidente en 2007 después de que Moshé Katzav dejara el cargo por acusaciones de violación, por las que fue condenado a prisión tres años después. En aquella votación Rivlin también era candidato, pero no logró imponerse.
La primera condena a prisión de la historia de un presidente israelí manchó la imagen del cargo, aunque los analistas políticos coinciden en que Peres logró con su prestigio devolver la dignidad a la posición, que tiene funciones representativas. La tareas más importantes del presidente son la concesión del encargo para la formación de gobierno y el indulto de presos.
Popular y afable, Rivlin es conocido por su sentido del humor y su defensa férrea de la democracia.
Nunca escondió sus anhelos de un Gran Israel cuyas fronteras sean el Mediterráneo y el río Jordán. Pero durante su mandato como presidente del Parlamento también se labró a pulso una reputación de férreo defensor de la democracia y de los derechos humanos, que le valió el apoyo de parte de la izquierda y hasta de la minoría árabe israelí.
«Rivlin no será el presidente del Estado de Israel, sino el presidente del Gran Israel», escribió el columnista Ari Shavit en el diario «Haaretz» sobre este puesto protocolario.
«Se aprovechará de la presidencia para empujar el proyecto de asentamientos en Cisjordania, que adora, y la solución de un Estado único en la que cree», agregó.
Rivlin, antiguo oficial de Inteligencia del Ejército, dijo en 2010 que «preferiría aceptar a los palestinos como ciudadanos israelíes que dividir a Israel y a Cisjordania en dos Estados».
También se opuso a la retirada de asentamientos y de tropas israelíes de Gaza en 2005.
Rivlin empezó su carrera en el Parlamento en 1988 cuando ganó un escaño con el Likud. Desde entonces, presidió la cámara en dos ocasiones - de 2003 a 2006, y de 2009 a 2013.
En 2009, inmediatamente después de resultar electo, su primera visita fue a la ciudad árabe israelí de Umm al-Fahm.
Un año después, rechazó los reclamos de la derecha para expulsar a la diputada árabé israelí, Hanín Zuabi, tras su participación en la flotilla propalestina que trató de burlar el bloqueo a la Franja de Gaza.
«Durante años, Rivlin abogó por la necesidad de que judíos y palestinos cooperen. Como presidente de la Knéset, extendió la mano a las facciones árabes en contraste con sus colegas de la derecha», escribió «Haaretz» en su editorial.
En 2011, se opuso a los intentos de legislar para reducir la financiación extranjera a las ONGs favorables a los derechos humanos.
Un año más tarde, arremetió contra la misma Regev cuando definió a los inmigrantes africanos indocumentados como un «cáncer».
«Siempre mantuvo opiniones independientes, incluso ante primeros ministros fuertes como Sharón y Netanyahu, y eso es una característica importante para un presidente», recalcó el periódico.
Cuando fue presidente del Parlamento, se ganó el respecto generalizado, gracias a su larga experiencia en el arbitraje político, lo que fue un punto importante para conseguir la presidencia, dicen los analistas.
«Rivlin maduró desde una especie de comediante que no se tomaba su trabajo en serio a uno de los políticos más respetados y queridos en Israel», escribió «Haaretz» el año pasado cuando surgieron las especulaciones sobre el futuro presidente.
«En su particular forma, Rivlin supo cómo ganarse los corazones de los miembros del Parlamento y del público en general, pero en el proceso se ganó también la hostilidad de Netanyahu», añadió el rotativo.
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