El primer ministro israelí y líder del Likud, Binyamín Netanyahu, trata de confeccionar su nuevo gobierno resultante de las elecciones del pasado martes 17 de marzo.
Tras los comicios, en los que el Likud obtuvo una notable victoria y 30 diputados, Netanyahu se dedica a elaborar el rompecabezas que supone dar cabida en el ejecutivo a sus compañeros y colaboradores de partido y a algunos de los principales dirigentes de otras formaciones de la ultra derecha nacionalista religiosa y los ultraortodoxos, con los que cuenta y que le apoyan, pero no gratis.
Antes del escrutinio, cuando los sondeos aventuraban un pobre resultado para el Likud, los líderes de partidos ultranacionalistas, como el todavía ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, de Israel Beitenu; o Naftali Bennett, de Habait Haiehudí, manifestaban que colaborarían plenamente con Netanyahu pero a cambio de carteras importantes en el futuro ejecutivoo.
De hecho, Liberman insiste en pedir el ministerio de Defensa y, Bennett reclama tres carteras, entre ellas la de Exteriores.
El riesgo de Netanyahu es acometer una política que haga caer aún más a Israel en el aislamiento, algo muy delicado sobre todo en lo que se refiere a las relaciones con Estados Unidos.
El primer ministro, un verdadero muñidor de estrategias cortoplacistas y un hábil negociador en terrenos angostos, ya comenzó a lanzar mensajes de acercamiento a Washington, pese a que la víspera de los comicios manifestaba abiertamente que mientras estuviera al frente del ejecutivo no habría un Estado palestino, algo que molestó notablemente al presidente Obama.
Sobre ese asunto, Netanyahu se muestra ahora mucho más tolerante y flexible que en sus manifestaciones anteriores. «No cambié mi política. No quiero una solución de un solo Estado. Quiero una solución de dos Estados sostenible y pacífica», afirmó.
De momento, el mandatario hebreo se está planteando impulsar la revocación de una ley aprobada en la anterior legislatura que limitaba a 18 el número de carteras ministeriales, lo que denota un claro intento de dar cabida al mayor número de socios y compañeros en el gobierno.
El primer ministro puede introducir cambios sustanciales en carteras clave como Exteriores, que dejaría de desempeñar Liberman y que podría pasar a un miembro destacado del Likud, tal vez Silván Shalom, quien ya ejerció el cargo entre 2003 y 2006 durante el mandato de Ariel Sharón.
Otro posible candidato para dirigir la cancillería es Gilad Erdán, quien fue número dos en la lista del Likud para las pasadas elecciones y está considerado uno de los más cercanos colaboradores de Netahyahu.
La cartera de Defensa, que también es una aspiración de Liberman, podría recaer en Moshé Yaalón, antiguo jefe del Estado mayor del ejército y uno de los militares más prestigiosos de Israel.
De verificarse esos nombramientos supondría una al menos aparente dulcificación de las políticas de Netahyahu, pero quedaría por ver de qué manera compensa a sus aliados en el Parlamento.
El líder del partido centrista Kulanu, Moshé Kahlón, ya tiene en su bolsillo la cartera de Finanzas que Netanyahu le prometió a viva voz durante la campaña electoral.
Pero para que pueda desempeñarse de forma eficaz, sin mayores obstáculos, Kahlón exige la dirección de la Comisión de Finanzas en el Parlamento, sin la cual se vería limitado.
En ese parámetro compite seriamente contra el partido ultraortodoxo Iahadut Hatorá, que también espera que Netanyahu cumpla con sus promesas preelectorales.
Notas relacionadas:
Israel: Netanyahu continuará como primer ministro
Rivlin: «Gobierno para todos tras incitación en campaña electoral»
Netanyahu: «Mantengo mi compromiso a Estado palestino»