La policía dispersó a miles de ciudadanos israelíes de origen etíope que bloquearon la autopista principal de Tel Aviv en otra protesta por la excesiva violencia policial contra miembros de la comunidad y la discriminación por parte de las autoridades. La intervención se produjo cuando los jóvenes llegaron al edificio de la municipalidad en la Plaza Rabín y después de dos horas trataron de entrar en ella.
Los agentes emplearon gas pimienta y gas lacrimógeno para hacer retroceder a los manifestantes, lo que acrecentó aún más la tensión y los enfrentamientos, que causaron al menos 63 heridos - 56 agentes y 7 manifestantes - y 43 detenidos.
Los manifestantes cerraron primero los accesos a la autopista Ayalón, que cruza Tel Aviv de norte a sur, y posteriormente tomaron posiciones entre dos cruces principales, bloqueando la vía en ambas direcciones a la hora de la salida de los trabajos.
Los manifestantes coreaban el eslogan de «Ni negros, ni blancos; todos somos seres humanos» y «Los policías violentos tienen que estar presos» mientras alzaban sus manos cruzadas en un paralelismo con recientes arrestos policiales de miembros de esa comunidad.
Se trata de la segunda manifestación en cuatro días de una comunidad que dice estar harta de la discriminación oficial, de haber sido segregada en guetos y que es víctima de un comportamiento policial mucho más violento de lo habitual.
Las tensiones estallaron el pasado 26 de abril con la difusión por internet de un video casero en el que dos agentes policiales blancos arrestaron violentamente y con un excesivo uso de la fuerza a un soldado israelí de origen etíope en la ciudad de Holón.
La víctima, que iba de uniforme cundo la policía cerró una calle por un objeto sospechoso, fue brutalmente golpeado y sin que mediara razón aparente más que el haber preguntado a qué se debía el retén.
«Los hechos que se reflejan en el video no están a la altura de los valores de la policía», dijo entonces un portavoz policial, que aseguró que los dos agentes fueron apartados de sus funciones y estaban siendo investigados.
El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, condenó el incidente. Este lunes tenía previsto reunirse con líderes de la comunidad etíope, así como con el soldado maltratado, para intentar aplacar los ánimos.
Sin embargo, la comunidad etíope, de las más pobres de Israel, lo interpretó como la gota que llenó el vaso, y desde entonces prosiguen sus protestas.
El jueves pasado lo hicieron en Jerusalén, en una violenta manifestación que recorrió las principales calles de la ciudad y que acabó con un balance de 15 heridos, 12 manifestantes y tres agentes.
Ni las promesas de Netanyahu, ni del ministro saliente de Seguridad Interior, Itzjak Aharonovich, ni las del jefe de policía, Yohanán Danino, sirvieron para calmar los ánimos.
«Entendemos a los manifestantes», señaló Danino en Tel Aviv, «Pero no permitiremos la violencia ni el vandalismo», aseguró.
Danino agregó que sus agentes actuaban con «contención» pero que en cualquier caso se trataba de «una concentración no autorizada».
«La policía cree que está desconectada de la población», se quejó la la ex diputada israelí de origen etíope, Pnina Tamano Shata, que denunció la constante discriminación de su comunidad.
«El 70% de los etíopes fueron concentrados en guetos en 17 localidades, creando tensiones con el resto de la población, y desde que los colocaron allí nadie se acuerda más de ellos», agregó.
Dani Adino Abeba, un periodista del rotativo «Yediot Aharonot» y miembro de ese colectivo, afirmó que la queja contra «la violencia policial es sólo la punta del iceberg», y que las protestas de los últimos días son «un hartazgo acumulado durante los últimos 30 años» en los que el resto de los israelíes «nunca nos vieron realmente como iguales».
Los judíos etíopes, descienden, según algunas interpretaciones más románticas que reales, de los amoríos del bíblico rey Salomón con la reina de Saba, que llegaron a Israel en dos puentes aéreos en las pasadas décadas de los '80 y '90.
Por las astronómicas diferencias culturales y el color diferente de su piel, la aclimatación de este colectivo resultó en un rotundo fracaso por parte de las autoridades, con índices de alcoholismo, violencia familiar, desempleo y pobreza de los más altos del Estado.
Treinta años después, los manifestantes que esta semana alzaron su voz pertenecen a la segunda generación, es decir, nativos israelíes que prestaron servicio en el Ejército y que están guiados por un grupo de jóvenes dirigentes con estudios universitarios y conocedores de sus derechos ciudadanos.
Fotos: Gentileza Danny Schwarz
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