Hecho de la vida: El jubilado de prepo.

En la Universidad de Wisconsin, en 1943 y según las normas del momento, jubilaron al Profesor Benjamín Duggar, en contra de sus deseos y a pesar que sus alumnos le admiraban, por considerar que estaba acabado.

Algunos de sus ex-alumnos, que trabajaban en la gran empresa medicinal «Lederle» le recomendaron y lo recibieron en calidad de investigador. Él trabajó y trabajó.

En el primer año no descubrió nada; tampoco en el segundo; ni en el tercero. Mas un día, habiendo ya cumplido los 73, halló un nuevo antibiótico. El científico le llamó «Aureomicina». Así tuvo la satisfacción de ver como su remedio podía curar más de 50 enfermedades graves.

¿Esto le satisfizo? ¿Se retiró a gozar de «un buen merecido descanso»? Parece que no, pues nuestro hombre pensó: a partir de aquí, es posible adelantar y hallar algo aún mejor.

Así fué como descubrió la «Tetraciclina», el antibiótico más utilizado en el mundo, que permitió sanar enfermos hasta entonces incurables, entre ellos de tifus, sífilis, pulmonía, etc.

Es posible afirmar que «el anciano a quien quisieron jubilar» salvó más vidas que ninguna otra persona en el mundo durante el período que «debía juntarse diariamente con otros jubilados en la banco de la plaza a conversar o dedicarse a cuidar nietitos».

Un anciano deseaba casarse nuevamente. El temía contar esto a su familia, de modo que comenzó a dirigir indirectas: «De noche tengo frío, puesto que duermo solo», comentó. Su hijo fué y le compró una manta eléctrica. «Cuando me pica la espalda, no tengo quien me rasque», se quejó nuevamente. Inmediatamente su hijo le compró un rascador de espaldas.

Unos días después, anunciaron que su nieto se iba a casar en fecha próxima.

Entonces nuestro anciano gritó: «¿Para qué? Cómprenle una manta eléctrica y un rascador de espaldas».

Recuerda: Hoy es el primer día de lo que resta de nuestra vida. Vamos a aprovecharlo al máximo.

¡Que desperdicio de tiempo! Muchas personas desperdician su vida buscando conseguirlo todo para poder disfrutarlo después, sin darse cuenta que recibimos la vida con el objeto de aprovecharla y disfrutar ahora.

¡Humor y salud!