Por más críticas que tengamos a Netanyahu y su gobierno, por más legítimas discrepancias que tengan no pocos israelíes con algunas de sus actitudes, su estilo y su visión de la situación, la glorificación del terrorismo palestino nos parece mucho más peligrosa.
Parecía que al fin, se volvía a negociar, que israelíes y palestinos retornaban a la mesa de negociaciones. Pero no, falsa alarma.
Cuando se llevó a cabo el miércoles la reunión entre el primer ministro de Israel, Benyamín Netanyahu, y el enviado especial del presidente norteamericano Barack Obama, el senador George Mitchell, se dijo en un primer momento que ese era el lanzamiento de las conversaciones indirectas, como paso previo al encuentro que Mitchell tendría luego con el presidente palestino Mahmud Abbás.
Pero al final, ni eso. El Comité Ejecutivo de la OLP aún tiene que aprobarlo; y ni se sabe todavía cuándo se reunirá.
En realidad, nadie tiene grandes expectativas. La mutua desconfianza es grande, la tensión alrededor bastante seria y ambos gobiernos sostienen no pocas complicaciones internas con las que medirse. Es difícil evaluar cuál es más compleja: Netanyahu tendrá que lidiar con el ala más conservadora de su coalición cuando llegue el momento de hablar de retiradas. Pero del lado palestino es más amenazante: la Franja de Gaza está controlada por Hamás, la división interna es seria y ese grupo fundamentalista islámico ha condenado explícitamente que se vuelva a dialogar.
Pero el presidente Mahmud Abbás habla menos de lo que le preocupa del lado de Hamás y más de lo que le molesta del lado israelí. Según ha dicho a la CNN, no tiene grandes expectativas porque cree que será difícil alcanzar logros con "el gobierno radical y caprichoso de Israel".
Esto, tras un año de rehusar volver a las conversaciones, presentando como precondición que Israel detenga totalmente la construcción en los asentamientos, aunque estaba claro que ese sería uno de los temas de la agenda a negociar. Ni siquiera cuando Netanyahu anunció que se congelaría por diez meses toda construcción en los asentamientos, la Autoridad Palestina aceptó volver a negociar.
Independientemente de la justificada polémica sobre los asentamientos, cabe recordar que éstos fueron construidos en territorios que Israel conquistó cuando repelió la agresión árabe en su contra. Los árabes atacaron, perdieron la guerra, pero se comportan como si la hubiesen ganado, exigiendo volver a la situación anterior como si aquí no hubiera pasado nada.
Claro está que ambas partes tienen motivos para desconfiar de sus interlocutores. Eso no es exclusividad del sentir palestino.
Hace pocos días, por ejemplo, le fue entregado al vice canciller israelí, Danny Ayalón, un informe detallado elaborado por la organización Palestinian Media Watch - institución que sigue desde hace años los informes en los medios palestinos y otros canales de información, comprendiendo que son reflejo del sentir y actuar de la sociedad palestina - sobre el tema de la glorificación del terrorismo.
En el reporte en cuestión fueron seleccionados 100 ejemplos de lugares y eventos a los que se dio el nombre de 46 terroristas. En la realidad, son más.
Un párrafo clave del documento explica el problema de fondo:
"La glorificación del terrorismo es altamente visible en la sociedad palestina. Un niño palestino puede caminar a la escuela por una calle que lleva el nombre del terrorista Abu Jihad, quien planeó el secuestro de un autobús en el que fueron muertas 37 personas, puede pasar el día estudiando en una escuela que lleva el nombre del fundador de Hamás, Ahmad Yassín, jugar al fútbol por la tarde en un torneo a nombre del terrorista suicida Abd Al-Baset Odeh, que mató a 31 personas, y fiinalizar su día en el centro juvenil Abu Iyad, terrorista responsable de la muerte de los 11 atletas olímpicos israelíes en Munich. Una joven puede sumarse a un club femenino universitario denominado "Las Hermanas de Dalal" en recuerdo a la terrorista Dalal al-Mughrabi, participar en una semana llevada a cabo en la universidad Al Quds en honor al ingeniero de los atentados suicidas Yahya Ayyash, y asistir a reuniones universitarias que llevan los nombres de numerosos terroristas".
La conclusión es clara: otorgar honores a terroristas juega un rol significativo en la definición del mundo palestino.
Pues bien: por más críticas que tengamos a Netanyahu y su gobierno, por más legítimas discrepancias que tengan no pocos israelíes con algunas de sus actitudes, su estilo y su visión de la situación, la glorificación del terrorismo nos parece mucho más peligrosa. Y cabe recordar: no comenzó con el gobierno de derecha en Israel. No es algo nuevo derivado de lo que los palestinos ven como gobierno "radical y caprichoso".