Las críticas a las afirmaciones de Dagán acerca del asunto iraní son comprensibles. Lo hizo por su real preocupación acerca del futuro de Israel y movido por nobles sentimientos patrióticos, pero no actuó según la norma. Se comprende bien la furia de aquéllos a quienes perturbaron sus declaraciones.
Estoy totalmente convencido de que Meir Dagán se equivoca con respecto a Irán. El ex jefe del Mossad declaró recientemente que sería estúpido por parte de Israel lanzar para interrumpir su proyecto nuclear.
Durante tres años se generó una gran tensión en la comunidad internacional sobre la posibilidad de un ataque sorpresa por parte de Israel. Pero el año pasado, la tensión disminuyó. El éxito de la lucha clandestina contra Irán y de las sanciones económicas contra el régimen ha logrado aplazar la hora de la verdad. El primer ministro Binyamín Netanyahu y el Ministro de Defensa, Ehud Barak, no están en realidad tan locos como algunos quieren hacer creer. El Ministro de Asuntos Estratégicos, Moshe Yaalón, el ministro Benny Begin y el Ministro de Inteligencia y Energía Atómica, Dan Meridor, permanecen en estado de alerta.
No existe ninguna prueba concreta sobre la inminencia de un ataque nuclear por parte de Irán. Bien podríamos sorprendernos; incluso es posible que estemos siendo desinformados. Pero a partir de ahora, parece que el tiempo que Dagán supo ganar de cara a Teherán no se ha agotado todavía. Resulta de suma importancia para los dirigentes israelíes que la alternativa de la disuasión militar real esté disponible en cualquier momento, pero Israel no tiene intención de precipitarse a ejecutarla.
En cuanto a la cuestión palestina, mi opinión es que Dagán tiene toda la razón. Lo que vemos hoy no es sólo una simple parálisis diplomática por parte de Israel: somos testigos del fracaso diplomático israelí. Esto es lo que todavía no logra comprenderse en el búnker de Jerusalén. Pero el presidente palestino, Mahmud Abbás ha logrado acorralar a Netanyahu contra el abismo. En un primer momento eliminó el terrorismo de la ecuación Israel-Palestina, obteniendo de ese modo un arrollador apoyo internacional. Luego movió con destreza a Israel hacia el campo de los acuerdos donde no tiene ninguna posibilidad. Por último, trasladó la batalla desde el ámbito de las negociaciones a la ONU.
Así, en tres jugadas brillantes, Abbás impuso un jaque mate diplomático a Bibi. Aprovechó la falta de iniciativa por parte de Israel para ponerlo contra la pared. A diferencia de Netanyahu, Dagán puede leer acertadamente el mapa de la situación. Él comprende el hecho de que Israel no conseguirá alcanzar de inmediato una paz integral; sabe que es imposible mantener negociaciones con un gobierno de Al Fatah y Hamás. Para él está claro que Israel no debe comprometerse con los refugiados, y que no debe retirarse a las fronteras de 1967 sin haber alcanzado la paz. No obstante, es plenamente consciente de que Israel tampoco puede convertirse en objeto de odio de Estados Unidos, Europa y los árabes moderados. Dagán comprende perfectamente que Israel está obligado a cambiar su relación con los palestinos.
Dagán está convencido de que Israel necesita emprender una iniciativa de paz propia y realista. Al hablar en la Universidad de Tel Aviv, Dagán recordó la iniciativa de paz saudita, y al hacerlo, el ex jefe del Mossad desató una ardiente polémica. Pero lo cierto es que ese plan ya no existe; ha sido sustituido por la iniciativa de paz árabe, no apoyada por Dagán. En tal sentido, la creativa concepción diplomática de él resulta diferente: Reconocer un Estado palestino, siempre y cuando no esté establecido dentro de las fronteras de 1967.
Dagán cree que si se separa la cuestión de un Estado del problema que plantean sus fronteras, habrá de verificarse entonces un contexto de dos estados que servirá tanto a los israelíes como a los palestinos. Las negociaciones que mantengan los dos estados, con la ayuda de los sauditas, determinarán con el tiempo las fronteras.
Sin embargo, en una primera etapa Israel tendrá que ceder a los palestinos extensas áreas en Cisjordania sin levantar los asentamientos. De esa forma, los palestinos podrán construir su estado de acuerdo con fronteras provisorias sin poner en peligro a Israel. Ello impedirá el estallido de una conflagración diplomática de seguridad en septiembre. Se asegurará de ese modo que no se repitan los mismos errores trágicos que se cometieron antes de la Guerra de Yom Kipur.
Las críticas a las afirmaciones de Dagán acerca del asunto iraní son comprensibles. Dagán trastornó la política de ambigüedad nuclear; erosionó la importancia de la disuasión, y llevó a la palestra incómodos asuntos de los que resulta mejor no hablar. Lo hizo por su real preocupación acerca del futuro de Israel y movido por nobles sentimientos patrióticos, pero no actuó según la norma. Se comprende bien la furia de aquéllos a quienes perturbaron sus declaraciones.
Por el contrario, las afirmaciones de Dagán sobre la cuestión palestina no sólo fueron valientes sino también impecables. Merecían ser dichas. En el frente diplomático, el ex jefe del Mossad no terminó perjudicando la seguridad del Estado, más bien trató de despertarnos a todos.
La señal de alarma de Dagán y su concepción diplomática debe servir para despertarnos del sueño y generar un inmediato cambio de dirección.
Fuente: Haaretz - 12.6.11
Traducción: www.argentina.co.il