Los norteamericanos se retiraron de Irak pero la violencia no ha cesado. Al contrario. La ola de atentados en todo el país que produjo 72 muertos y varios centenares de heridos es claramente parte de una guerra sectaria, de sunnitas radicales contra la mayoría chííta.
Pero esta guerra interna en el seno del Islam no significa que los salafistas de ambos grupos hayan olvidado el frente externo. El tema de la quema de iglesias o su cierre compulsivo es una noticia dramáticamente repetitiva.
El «Yakarta Post» (12.6.12) informa que 20 iglesias fueron cerradas por las autoridades en la provincia de Aceh, previéndose su próxima demolición. En un barrio de Teherán, el distrito de Janat Abad una iglesia fue cerrada por orden de los guardias revolucionarios. En Egipto, desde el ascenso electoral del islamismo, las iglesias coptas y sus parroquianos viven bajo la constante amenaza del fanatismo musulmán violento.
Hoy es un hecho que la mayor parte de los conflictos sangrientos en el mundo suelen tener una conexión creciente con el Islam. Muchos de ellos están relacionados con la lucha contra la modernidad, la libertad de ideas, los derechos de la mujer, la aceptación de las diferencias y la libertad de expresión en el arte.
En el epicentro de la mal llamada «primavera árabe«, Túnez, hubo disturbios violentos dirigidos por salafistas por la presentación de obras presuntamente ofensivas para el Islam en la exhibición anual de pintura conocida como «La primavera de las artes». Según Radio Francia Internacional algunas de las obras más polémicas fueron dañadas o destruidas y algunos de los artistas fueron atacados por manifestantes. Fueron arrestadas más de 160 personas y una 100 fueron heridas. Noticias posteriores informaron de víctimas mortales.
En Pakistán hay toda una campaña de «fatwas» (pronunciamientos doctrinarios de clérigos) contra las mujeres. En un artículo publicado en el diario pakistaní «The Express Tribune», la escritora feminista pakistaní, Fauzia Saeed, informó que en Nokshi, una cudad en la región de Beluchistán, una fatwa anunciada en una mezquita el pasado 11 de mayo anunciaba que las mujeres que utilizaran teléfonos celulares debían saber que se exponen a que les sea arrojado ácido en el rostro.
El mismo diario informó asimismo que Maulana Abdul Halim, un clérigo, ex legislador e integrante del Jamiat Ulema e Islam, un partido religioso conservador de Pakistán había declarado en una fatwa que la educación formal para las mujeres es anti-islámica y atacó a los padres que enviaban a sus hijas a la escuela. El clérigo y político exigió a éstos que saquen a sus hijas de las escuelas amenazando a aquellos que no lo hagan con el infierno. En otra fatwa, protestó contra las actividades de mujeres extranjeras pertenecientes a organizaciones no gubernamentales de ayuda acusándolas de crear «focos de inmodestia». Al clérigo le molestó sobre todo la intención de éstas de difundir lo que llaman: la educación para la salud y la higiene, algo reñido con la cultura local.
En un pasado no muy lejano, Indonesia era considerada por numerosos periodistas occidentales como un ejemplo de compatibilidad del Islam con los valores de la democracia occidental. El estilo moderado del Islam en Indonesia era visto como el gran modelo que podría crear pautas de coexistencia fecundas entre los países musulmanes y el resto del mundo.
Lamentablemente las cosas cambiaron. Un informe de la revista británica «The Economist», en su último número (9 a 15.6.12), pone en evidencia cuál es la nueva realidad. Algunos de los datos ofrecidos por el artículo titulado: «Tolerando la intolerancia»: El 17 de mayo durante la fiesta de la Ascensión, una multitud de musulmanes atacó a unos 100 protestantes en su iglesia en Bekasi, un suburbio de la capital, que les arrojó piedras y bolsas de orina. Gracias a una vigorosa campaña de intimidación de una organización militante llamada «Frente de Defensa del Islam» el gobierno prohibió a último momento la presentación de la estrella de rock norteamericana Lady Gaga.
Por su parte, la organización de defensa de los Derechos Humanos «Human Rights Watch» denunció que los incidentes de violencia sectaria son cada vez más frecuentes y más sangrientos. Los islamistas no atacan sólo a cristianos sino también a sectas musulmanas como los Ahmadiah considerados herejes. El peor incidente ocurrió en febrero del año pasado cuando una multitud de 1.500 personas atacó la casa de un líder de Amadilla en Java occidental causando la muerte de tres personas.
Según la revista británica, el gobierno del presidente Susilo Bambang Yudhoyono ha sido acusado por sus críticos por no actuar contra los fanáticos violentos por su alianza con partidos islamistas. La conclusión de «The Economist» es tajante: la situación continúa empeorando.
Uno de tantos lugares en Internet que alerta contra el islamismo militante, y que se jacta de ser «políticamente incorrecto», hace todos los meses un balance de la violencia islamista en todo el mundo. Según sus cálculos en mayo de 2012 hubo 185 ataques en nombre de la Guerra Santa (Jihad) en 19 países. Los blancos fueron personas de cinco religiones diferentes y hubo 935 muertos y 2.235 heridos graves.
Notas relacionadas:
Grupo islamista reivindica matanza en escuela judía de Toulouse
“Según las normas del islam"
"El terrorismo islámico cruzó el Rubicón"