La profunda crisis económica obligó a un número creciente de judíos españoles a iniciar una nueva vida en Israel, donde reciben la nacionalidad de forma automática, el desempleo es casi cuatro veces menor y viven su identidad como mayoría.
Los datos oficiales muestran la tendencia al alza: las emigraciones anuales en el quinquenio anterior a 2008 se situaban en torno a la treintena para situarse en 47 en 2009, 45 en 2010 y 67 en 2011, con una previsión idéntica para 2012.
La comunidad judía hace cada vez más las maletas, igual que otros 40.000 españoles en el primer semestre del año, con la única diferencia de que además de Reino Unido, Alemania o Estados Unidos, tiene a su alcance una alternativa logísticamente fácil y emocionalmente cercana: el Estado de Israel.
Toda persona que tenga al menos un abuelo judío y no haya cambiado de religión obtiene la nacionalidad israelí por ley y sin apenas papeleos.
Es el caso de Luna Chacón, madrileña de 19 años que en 2011 se estableció en Tel Aviv en gran parte para sortear la precariedad laboral.
«Lo que más influyó en mi decisión fue la crisis. La sensación de que ahora en España cuando acabas los estudios lo más a lo que puedes aspirar es a un puesto en el Mercadona», admitió Chacón, que compagina dos trabajos con el aprendizaje del hebreo.
Chacón reconoció que nunca se había planteado «demasiado en serio» convertir Israel en su nueva casa hasta que la crisis tiñó de negro la palabra futuro en su país de origen, donde el paro general roza el 25% y el juvenil, el 53%.
La decisión de hacer aliá rara vez es cien por ciento económica, pues entran en juego otros factores como el grado de apego al sionismo, la presencia de familiares, la política de incentivos para ganar la «guerra demográfica» a los palestinos, el antisemitismo o el deseo de vivir la identidad judía en el único país en que es mayoritaria.
David, por ejemplo, se despidió hace un año de su Barcelona natal por una «suma de factores», entre los que figura la situación económica.
«La crisis ayuda a tomar la decisión, pero sobre todo influye en la de no volver. El hecho de que la crisis sea tan fuerte en España también me retiene aquí», admitió este economista de 35 años que trabaja en mercadotecnia en la red.
Gal Leiferman, de 27 años, también citó la precariedad laboral que soportaba en Madrid entre los «muchos motivos» que moldearon su decisión de apostar por Israel, donde nació, pero apenas pasó los primeros diez meses de vida.
«Si de algo me arrepiento es de no haberlo hecho antes», aseguró desde Tel Aviv, donde ejerce su profesión de dentista.
Frente a la secular Tel Aviv, Jacob eligió Jerusalén cuando hizo aliá hace siete meses y comenzó a cubrirse la cabeza con su kipá que mantenía guardada en España.
«La crisis fue uno de los motivos, pero no el principal. Quería encontrar una chica judía, que en Madrid no es fácil, y muchos de mis amigos ya estaban aquí. Vi además que el mercado laboral estaba muy complicado», explicó.
Con 26 años y una doble licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas, a Jacob le costaba dar el paso, pero poco ayudaba a retenerle que los trabajos que le ofrecían en España estuviesen «peor pagados que las prácticas».
Jezu Burshtein, encargado del dossier de emigración en la Agencia Judía, precisó que la «gran mayoría» son españoles nativos, si bien también hay casos de judíos argentinos, franceses, colombianos o venezolanos que en su momento se asentaron en España y emprendieron ahora un nuevo viaje físico y vital.
Burshtein identificó tres motivos detrás del incremento de la emigración a Israel desde España, donde residen unos 40.000 judíos.
El primero, y a su juicio más importante, es un programa de la Agencia dirigido a jóvenes de varios países.
«Pero es cierto que también cuentan la búsqueda de nuevos horizontes cuando todo parece ser más difícil de lo que era antes y una tendencia mundial hacia la búsqueda de raíces», señaló.
Llamar a las puertas de Israel cuando las cosas se tuercen y pensando más en el bolsillo que en el corazón no es un fenómeno exclusivo de España.
La tendencia se reproduce en otros países golpeados por la recesión, como Grecia, Estados Unidos o Italia. En este último las emigraciones superan el centenar desde 2010, frente a la horquilla de 25 a 63 en que oscilaron entre 2003 y 2008.
Otro ejemplo fue la Argentina del corralito, que no sólo originó largas colas frente a las embajadas de España o Italia en busca de un preciado pasaporte, sino que también elevó a 6.300 en 2002 (frente a 900 anuales de media en los '90) el número de judíos que sumó a la bandera albiceleste con el sol incaico la blanquiazul con la estrella de David.
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