«La población israelí es más pragmática que ideológica. Sus problemas e intereses son los mismos que los de cualquier otro país occidental, al margen de la ansiada búsqueda de la paz dentro de sus fronteras», explicó el profesor chileno-israelí, Mario Sznajder, director del Departamento de Ciencias Políticas en la Universidad hebrea de Jerusalén, con motivo de las próximas elecciones en el país.
«Las similitudes en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, que puede contagiar reacciones sociales en tan solo unas horas de una punta a otra del planeta, llegan al extremo de que la desafección hacia la política en general, y hacia los representantes públicos en particular, comienza a preocupar a las autoridades», agregó Sznajder.
«Por primera vez en la historia del Estado hebreo se tuvieron que dispensar grandes cantidades del erario público para animar a la población a votar. Uno de cada dos votantes se quedarán previsiblemente en casa, mientras que todavía resuenan los ecos de las multitudinarias protestas que recorrieron las avenidas de las ciudades de Israel en el ardiente verano de 2011, sorprendiendo a propios y extraños con acampadas en calles y plazas incluidas para reclamar democracia más participativa y directa y justicia social», aseveró.
«Este distanciamiento, impensable hace solo unos años, chocó con el tradicional apoyo de la población a las estructuras de poder del Estado - tanto políticas como militares y religiosas - y, en definitiva, con los principios de la reconocida como la única democracia de Oriente Medio. Todo ello unido a una crisis de representatividad en una sociedad cada vez más fragmentada que obliga a crear amplias coaliciones de gobierno, lo que dificulta gravemente la toma de decisiones», añadió.
«Aún así, las encuestas señalan una coincidencia mayoritaria en temas estructurales, como el deseo de que Jerusalén permanezca unida, la necesidad de establecer fronteras fáciles de defender por el Ejército o la soberanía israelí sobre el Valle del Jordán, Jerusalén y su Ciudad Vieja», señaló el profesor Sznajder.
«La hegemonía de la alianza que gravita en torno al Likud con Israel Beiteinu, las opciones de otras formaciones de diverso signo desde el Partido Laborista hasta Habait Haiehudí y Hatnuá, y el efecto político de acontecimientos anteriormente referidos auguran un escenario abierto. La clave de la victoria está en saber cooptar el centro, que es lo todos los partidos están tratando de hacer», explicó Sznajder.
«Desde el punto de vista socioeconómico, Israel cuenta con una amplia y pujante clase media. Así, como ocurre en toda sociedad liberalizada económicamente, la curva de las aspiraciones es más alta que la curva de la abundancia. Por eso, la promesa que más votos moviliza, aparte de la paz, es la de estabilidad económica», afirmó el politólogo.
«El nivel de vida experimentó una constante mejoría en los últimos años, el desempleo apenas roza el 6% y los ingresos de las familias son razonablemente buenos. Una situación que no impide la sensación de incertidumbre entre la población. Esta tendencia tiene que ver con la modernización y el desarrollo social. Israel funciona como el resto de sociedades desarrolladas, en las que el interés por la política decae y el miedo a las amenazas económicas se globaliza», recalcó.
«El pasado mes de noviembre se celebraron las elecciones presidenciales en EE.UU, en las que Obama revalidó la victoria de los demócratas. Unos días después se aprobó el nuevo Comité Central del Partido Comunista de China, en el que están incluidos los próximos líderes del país, como el actual vicepresidente Xi Jinping y el viceprimer ministro Li Keqiang. Ahora sólo faltan por conocer los resultados de las elecciones israelíes del próximo martes para completar el dibujo del mapa geoestratégico mundial. A pesar de su importancia, esta cita de la sociedad israelí con las urnas está generando mucha más expectación de puertas hacia fuera, debido a la coyuntura actual en la región que sufre un momento especialmente convulso, que internamente», explicó.
Dentro de las fronteras israelíes, el interés de la opinión pública por la campaña electoral es muy bajo. La percepción de Sznajder es que la campaña está siendo aburrida y se manifestó pesimista respecto a la participación, sobre todo entre las generaciones más jóvenes: «La mayoría de mis alumnos prefiere quedarse de fiesta en Jerusalén que volver a su distrito electoral para votar», dijo.
La coincidencia de la jornada electoral con un día no laborable todavía dificulta más las cosas. «La gente priorizará su paseo antes que acudir a votar. Mientras tanto, la expectación internacional es máxima», agregó.
«La escalada de las tensiones bélicas con Irán, la crisis siria, las consecuencias todavía latentes de la «primavera árabe», el enfriamiento de las relaciones entre EE.UU e Israel, el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU y el polémico plan de construcción de un nuevo asentamiento en la zona E-1 son los principales temas en los que se está centrando el foco mediático. Su evolución dependerá, en buena parte, de los resultados electorales del próximo martes», aclaró.
Para Sznajder, uno de los elementos que más peso tendrán a la hora de votar es la internacionalización del problema iraní.
Finalmente, la comunidad internacional asumió responsabilidades en este conflicto, un tanto que se marcó Netanyahu, ya que amenazó con ocuparse personalmente de esta cuestión si el resto de países continuaban con su inacción. Las voces críticas que piden reformas políticas y electorales están calando en la opinión pública.
La infinidad de factores que entran en juego en esta nueva cita electoral impiden vaticinar con cierta exactitud los resultados y coaliciones postelectorales. Lo único que sí parece seguro es que las voces críticas que piden reformas políticas y electorales están calando en la opinión pública.
El propio Sznajder abanderó una propuesta de reforma electoral que tomaba como referencia el sistema alemán, con el objetivo de aumentar el nivel de estabilidad. Por aquel entonces se topó con la respuesta típica a todos los procesos de modernización: «Para cambiar algo, primero hace falta paz». Un horizonte que parte de la sociedad comienza a percibir como una excusa, mientras su paciencia se sigue agotando, sobre todo entre las generaciones más jóvenes y alejadas del proyecto de construcción nacional iniciado por sus abuelos.
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