Los recientes incendios forestales en Chile dejaron ocho muertos y decenas de miles de hectáreas carbonizadas. Nada anormal: en el último decenio se han quemado un promedio de 41.133,31 has/año. Pero esta vez, el fuego desenmascaró el rostro de un racismo ocultado. La sociedad se ensañó con un turista israelí "judío sucio" y el gobierno con los mapuches "terroristas".
La falta de recursos y profesionales con preparación adecuada para enfrentar siniestros, casi dos años después del trágico terremoto y tsunami que golpeó a la población y a un año del accidente de los 33 mineros, vuelve a poner en primer plano las protestas estudiantiles en un país que privilegió las profesiones caras al modelo neo-liberal y que, agotado el modelo, comienza a vislumbrar su decadencia.
ARDE CHILE...
Claudia Cerón muestra una inquietante tranquilidad que contrasta con la histeria que vive Chile. Es la madre Juan Calderón, uno de los siete brigadistas muertos en el incendio de Carahue. Pero ella habla de su hijo mayor como si él aún estuviera en alguna misión apagando algún fuego. Sin lágrimas ni histerias, propias de una circunstancia trágica, alcanza a describirlo con palabras sencillas, como su vida misma: "era muy bueno, muy querido. Era muy humanitario, podía dar todo por los demás. Siempre feliz... era muy lindo chico". Imposible no creer en una madre que tras perder un hijo, no reclama a nadie y cuyo tono de voz, es calmo. Triste pero calmo. "No tenían buena preparación. No les dieron lo que necesitaban" afirma, aunque sin resentimiento alguno.
Marcelo de la Vega era un brigadista experimentado. Hacía poco tiempo había regresado de Portugal, donde también se desempeñaba como bombero forestal. Su esposa, Mariana Contreras sabe, que tras su entierro, cuando llegue la noche, comenzará su calvario: "Ahí ya me voy a quedar sola con mi hija y voy a sentir el vacío".
Marcelo es otro de los brigadistas que dejó la vida intentando apagar el incendio de Carahue. "Ojalá que a partir de ahora haya más seguridad, que sean mejor pagados, que sea todo con más protección, porque es un trabajo muy arriesgado", señaló su esposa quien, al igual que la madre de Juan –a quien no conoce- habla sin histerias, aunque ella sí con lágrimas, que en vano, intenta no dejar escapar.
Juan y Marcelo son las dos caras de una misma realidad. Los une un fuego, la muerte y las frías declaraciones de Gerardo Cerda, propietario de Forestal Cerda, la empresa para la cual trabajaban y que era la encargada de apagar el incendio desatado en la Forestal Mininco, donde perdieron la vida: "Durante cuatro días se les da todas las instrucciones de cómo realizar un trabajo seguro y cuáles son los riesgos que se van a enfrentar en determinados momentos", dice. Pero dice más, dice algo que no es liviano: "no sé si es suficiente o no el tiempo de capacitación".
Contrariamente a la madre de Juan, parece cínico cuando declara que "nadie obliga a nadie a combatir hasta morir. Eso que quede claro". Claro que queda claro. Tan claro como que la legislación chilena no exige a estas empresas que contraten, para sus brigadistas, un seguro de vida, asegura la Ministra de Trabajo, Evelyn Matthei, quien sin embargo, recogió la denuncia entregada por el alcalde de Carahue, Pedro Vera Paredes, sobre supuestas malas condiciones laborales de los brigadistas que fallecieron en el incendio forestal.
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