La ciencia de hoy se asemeja a un gigante de piernas enormes: en una de ellas se encuentra sentada la industria militar y bélica, en la otra, el sistema financiero. El fundamentalismo de la ciencia asoma por cada puerta de la vida cotidiana, con la pretensión de dominar al hombre y a la naturaleza.
Dados los mecanismos y condiciones de la producción científica, las tendencias de la investigación, el acelerado ritmo y el sofisticado nivel de desarrollos y avances tecno-científicos, pronto la ciencia podría quedar desconectada de los problemas más inmediatos que afectan a 3/4 partes de la humanidad y -huérfana de epistemología- fundando un totalitarismo político-social casi inimaginable.
De consolidarse esta tendencia, la libertad académica y de investigación, serán un viejo trofeo cubierto con el polvo de la nostalgia y el fundamentalismo científico, hará su ingreso triunfal en la escena de la historia.
Esta descripción que parece apocalíptica, deja de serlo cuando observamos que hoy, una buena parte de las tendencias en la investigación científica, están decididas por los portafolios de los inversionistas y esos portafolios son parte substancial de los mecanismos de industria de la ciencia. Curioso resulta el término "industria de la ciencia", que sin embargo, describe con exactitud las formas actuales. Máxime cuando pensamos que este concepto, por cierto, fue acuñado en los pasillos de las instituciones financieras.