La imagen de la mujer ha sufrido innumerables abusos en la historia de la publicidad. Se la ha convertido en objeto sexual, en tontita doméstica o en simple adorno. En Jerusalén, y en otras zonas de Israel, eso está superado. El problema es otro: resulta muy difícil ver un rostro femenino en un anuncio. Los judíos ultraortodoxos consideran pecaminosa la reproducción gráfica de la imagen femenina (un diario haredi (religioso) publicó hace unos meses una fotografía de grupo en la que aparecía Hillary Clinton y se armó un escandalazo), y las agencias publicitarias prefieren no enfrentarse a un colectivo cada vez más numeroso y más influyente.
Los resultados son curiosos. Un ejemplo: en la liberal Tel Aviv, los fabricantes de ropa Honigman anuncian su colección de invierno con una modelo que luce un vestido de lana; en Jerusalén, la misma foto es mutilada para que sólo se vean el brazo de la modelo y su bolso.
Esta semana han empezado a aparecer en Jerusalén, colgados de balcones y ventanas, retratos de seis mujeres. Son imágenes perfectamente corrientes de seis voluntarias que han decidido protagonizar una campaña ciudadana destinada a reintroducir el rostro y el cuerpo femenino en el paisaje urbano.
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