Israel se ha convertido en el lapso de los últimos treinta años en la única momia aparente del colonialismo.
Aunque no es el único país que ejerce esta política nefasta hacia con otro pueblo, es el único que lo hace a los gritos, como decirlo... casi con orgullo.
El control de personas, la detención por ideas (aunque sólo en los territorios ocupados), el robo de tierras, las detenciones nocturnas sin ninguna clase de derechos por parte del detenido, las detenciones a espera de cargos sin que haya cargos, el permitir la existencia del término jurídico de asentamientos ilegales, sin tomar medidas legales para desmontarlos, el cerrar los ojos cuando las bandas de «Tag Mejir», fascistas protegidos ideológicamente por instituciones clericales, realizan «pogroms» contra árabes, cristianos y judíos bajo la consigna de que cada acción en contra de la ocupación tiene precio, el ataque a mezquitas bajo un manto de total impunidad y bajo la protección de las armas, que, como ocupantes, tienen derecho de portar. Además de la protección que les otorga el Ejército por el sólo hecho de ser judíos, es intolerable.
El continúo ataque al Estado de Derecho, realizado por rabinos, junto con el silencio que se transforma en cómplice de los supuestos demócratas, sumado a la continua alza de los precios, incluso en los alimentos básicos, hacen que esto sea un vómitivo, sobre todo cuando vemos que no hay alternativas.
Pero como si fuera poco, o como si esto no bastase, los diputados ultrderechistas, amparados por un Parlamento donde los clericales y la derecha son mayoría, no paran de atacar al precario sistema de convivencia multicultural y pseudodemocratico.
No es que la gente esté dormida, lo que realmente sucede es que el pánico paraliza, la amenaza de la crisis mundial del capitalismo, por un lado, y el miedo a la bomba iraní, a las armas químicas de siria en manos de Hezbolá y la primavera/invierno árabe juegan de pinza sobre la tolerancia de la gente.
Y el ataque desmedido y continuo contra la Corte Suprema de Justicia, y las organizaciones no gubernamentales que se ocupan de defender los derechos humanos no cesan.
Este vandalismo judicial es fruto de la falta de una constitución y la ensalada que existe entre el rabinato y el Estado.
Pero eso se acabó. Con Yair Lapid dejaron de esconderse los demócratas liberales. Ahora se nos escuchará.
¿Cómo podía ser posible que nos sumerjan en el miedo de un país como Irán que quiere ser potencia local, pero está enterrado en una crisis económica nefasta que sólo la represión permite que sus ayatolás sean los controlan el poder?
¿Cómo podía ser que ese era el tema cotidiano de la prensa? ¿O es acaso que los intereses de quienes controlan los medios de difusión masiva están ligados a grandes intereses económicos, y nos amenazan con esos dos fantasmas para que salgamos de las propuestas de la agenda social y democrática?
Como no creo en milagros, espero que la cordura del centro liberal se oponga a las fuerzas ultrareligiosas y ultraderechistas para que podamos seguir conviviendo. Si no, algún día, sin saber cómo ni cuándo, también los demócratas seremos culpables de haber sido socios de actos inconcebibles.
Horacio Dorfman
Carmiel