Sr Director
El "Día de la Naksa", el día de la derrota en la Guerra de los Seis Días, es parte de los esfuerzos de los países árabes en su objetivo por demonizar al Estado de Israel.
La historia muestra que en esa oportunidad la decisión de Egipto, Jordania, Irak y Sira de combatir contra Israel hasta lograr su destrucción terminó en derrota y en la prolongación del problema de los refugiados palestinos.
En realidad, la noción de la "Naksa" es parte de la batalla de la memoria que desafía la legitimidad de Israel de existir en su capacidad de Estado democrático-judío, tal como establece su Declaración de Independencia.
Es decir, en realidad lo que está en juego no es un Estado palestino ni siquiera en las fronteras de 1967, sino la expectativa de regresar a una situación previa a 1948.
A la luz del acuerdo entre Al Fatah y Hamás y las continuas declaraciones de los líderes de Hamás en las que rechazan el reconocimiento del derecho de Israel a existir, la inquietud israelí frente a la violencia que se desató en la región se intensifica.
Aunque el derecho de manifestar es un derecho fundamental en cada sociedad democrática, actos violentos son ilegítimos en el espacio público.
De hecho, después de 17 años de negociaciones entre Israel y los palestinos es claro que el problema de los refugiados, junto al de las fronteras fijas y seguras y el futuro de Jerusalén, deben resolverse en negociaciones directas.
Sin disminuir la tragedia de los refugiados, hay que reconocer la responsabilidad árabe en este continuo conflicto. Si los palestinos están interesados en dar por terminada la disputa, al implementar una solución perdurable que allane el camino a dos Estados, los esfuerzos de narrar la historia en modo alternativo no pueden continuar.
Hemos arribado ya a los tiempos en los que la parte árabe reconozca su responsabilidad en el conflicto. En el marco de las negociaciones Israel podrá aceptar una solución del problema de los refugiados que tome en cuenta sus condiciones actuales y no haga peligrar su seguridad.
Nuestro deber es evitar la posibilidad de que la batalla por la memoria obstaculice un futuro de reconciliación y de comprensión. Los vientos de cambio que soplan en Oriente Medio llevan también la esperanza de que las sociedades árabes evalúen su historia en un modo sincero, abierto e incluyente.
Saludos.
Guiora Malamud
Ashdod