Imprimir

La férrea obstinación de Netanyahu

Sres de Semana

El discurso pronunciado recientemente por el Primer Ministro del Estado de Israel en el Congreso de los EE.UU, se asemeja, en cierto aspecto, al discurso pronunciado por él en la Universidad de Bar Ilán el 14 de junio del año 2009.

En aquel entonces sorprendió con asombro a los que no creían en sus intenciones de paz, al pronunciar la famosa frase "dos estados para dos pueblos". Recientemente en el Congreso Americano, hizo callar a los que pensaban que jamás se opondría a los partidos de derecha que lo llevaron al poder, al afirmar lo siguiente:

"Estoy dispuesto a hacer concesiones dolorosas para alcanzar esta paz histórica. Como líder de Israel, es mi responsabilidad guiar a mi pueblo hacia la paz".

También agregó estas palabras:

"Esto no es fácil para mí. Reconozco que, en aras de una paz genuina, estaremos obligados a renunciar a partes de la patria judía. En Judea y Samaria, el pueblo judío no es un ocupante extranjero".

Y también éstas:

"En cualquier acuerdo de paz que ponga fin al conflicto, algunos asentamientos acabarán estando más allá de las fronteras de Israel. La delimitación precisa de esas fronteras debe ser negociada. Seremos muy generosos acerca del tamaño de un futuro estado".

Nadie puede criticar a Biniamin Netanyahu cuando en el recinto del Congreso de los Estados Unidos se refirió al problema de los refugiados palestinos, a la seguridad de Israel, al peligro de un Irán con poderío atómico y a la falta de indignación de la comunidad internacional frente a la amenaza existencial de Israel. Estuvo perfecto cuando resaltó los inquebrantables lazos de amistad de Israel con el Gobierno Americano, y cuando hizo la brillante apología de la democracia y de la libertad. Todo eso es lo que siente su pueblo. Pero cuando expresó su generosidad en relación a la creación de un Estado Palestino, creo que sólo se inspiró en el deseo de aumentar el prestigio y el apoyo del mundo libre. No pongo en duda la sinceridad de sus palabras. Pero fueron netas expresiones de su propio sentir y no el de su gobierno. No todo lo que dice cuando le habla al mundo libre, lo puede repetir en su casa sin correr el riesgo de que su coalición sea disuelta, como tampoco puede decir al mundo lo que su gobierno piensa, sin correr el riesgo de que el mundo libre le retire el apoyo. ¿Cómo es posible que Netanyahu pueda soportar esta dualidad, que le obliga a actuar de maneras tan distintas?. Su férrea obstinación de hacer que su coalición llegue íntegra al final del plazo que la ley otorga a los gobiernos, (obstinación que nada bien le hace al proceso de paz), puede ser una lógica respuesta.

Lo que Netanyahu dijo recientemente en el Congreso de los Estados Unidos, incrementaron las esperanzas de paz de los que están hartos de vivir bajo negras nubarrones de guerra en el Medio Oriente, esperanzas que se atenuaron al poco tiempo cuando, al volver a casa, no se inmutó al constatar que integrantes de su coalición no se manifestaron satisfechos con el discurso en su totalidad. El viceprimer ministro Silvan Shalom dijo a una audiencia en Kiryat Arba, que con su discurso Netanyahu había desafiado la política de su partido Likud. Más aún, en completa contradicción a sus conmovedoras palabras, no se opuso a que su gobierno continúe construyendo sobre los territorios ocupados anexándolos de facto, territorios éstos cuyo destino debería ser tema en futuras tratativas. Netanyahu no impidió que su propio gobierno torpedee su palabras, permitiendo que siga poniendo trabas al inicio de las conversaciones de paz que tanto quiere comenzar, conversaciones éstas que ya recibieron un golpe casi mortal, cuando la otra parte decidió pactar con los que quieren borrar del mapa a Israel.

Las repetidas veces que los congresales, demócratas y republicanos, se pusieron de pie para ovacionar al Estado de Israel en la persona de su Primer Ministro, me hacen pensar que lo más positivo de su paso por el recinto del Congreso de los EE.UU., es el habernos dado la seguridad que mientras el Tío Sam lo sostenga de la mano, a ese pequeño país no lo podrán ahogar en el mar. Israel no será borrado del mapa mientras las estrellas de los Estados Unidos, sigan brillando en el norte.

Atte.

Samuel Auerbach
Natanya