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Sres de Semana

Desde Israel se había planteado como el discurso más importante de su carrera política, una oportunidad inmejorable para recuperar la iniciativa diplomática y demostrar al mundo que está dispuesto a negociar una solución al conflicto.

Pero Netanyahu se limitó a presentar ante el Congreso sus ya consabidas posiciones respecto al Estado palestino. No hubo fórmulas nuevas ni creativas. Nada capaz de resucitar el difunto proceso de paz, por más que se declarara dispuesto a hacer concesiones dolorosas.

Bibi es un orador brillante y en EE.UU se siente en casa. Especialmente en el Congreso, una institución más proisraelí que la Knéset en Jerusalén, donde tiene que aguantar debates a gritos. En cambio en el Congreso lo ovacionaron 26 veces de pie; una devoción semejante a la que los diputados sirios brindan a su presidente cuando habla en el Parlamento.

Netanyahu se presentó como un firme partidario de la paz y dedicó su discurso a los riesgos y oportunidades de las revueltas árabes y a la amenaza de Irán. Se mostró dispuesto a "ser generoso con el tamaño del Estado palestino" (muchas gracias) y apeló a la seguridad para reiterar que las fronteras de Israel serán diferentes a las de antes de la Guerra de los Seis Días.

La Autoridad Palestina reconoció que sus condiciones no dejan margen a la negociación. Bibi dio a entender que los refugiados palestinos no son su problema, insistió en que Jerusalén nunca será dividida, propuso un Estado palestino desmilitarizado y repitió su requisito de que haya tropas israelíes apostadas a lo largo del Jordán.

Netanyahu afirmó que el pueblo judío no es un ocupante extranjero en Cisjordania, aludiendo así a las menciones que Obama hizo a la ocupación y aseguró que las futuras fronteras entre ambos estados deben reflejar los cambios demográficos registrados desde 1967, es decir, mantener en territorio israelí los grandes bloques de asentamientos.

Para volver a negociar con los palestinos, Netanyahu puso como condición la ruptura de la posible reconciliación política entre Al Fatah y Hamás.

Bibi derrotó a Obama. EE.UU abandonó su presión sobre los asentamientos y sobre la vuelta a la negociación. Ganó una batalla, pero no es seguro que gane la guerra.

Los saludo atentamente.

Asher Lipschitz
Rosh Haayn