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Ultimátum superlativo

Señor Director:

¿Somos un país democrático?, ¿un país con virtudes humanas?, ¿un país con virtudes solidarias?, ¿un país ejemplo de soluciones medicinales?, ¿un país con tecnologías de avanzada?, ¿un país receptor de andanadas diarias con armas sofisticadas? .

¿De qué sirve todo eso si nadie nos reconoce? El mundo ciego sólo entiende los lamentos de los pobres elementos "sufridos'' víctimas de nuestros derechos a defendernos.

El inusual reconocimiento, sin precedentes en la historia, de reconocer a un Estado que no existe, el no asumir que somos un país legítimamente aceptado por su historia milenaria, no reconociendo nuestra capital, Jerusalén, desviando su representación hacia otras ciudades.

¿De qué sirven las notas de escribas lejanos de otras latitudes que se despachan en elogios informados vía satelital, no en forma personal? Más esclarecedor sería darlas a conocer en otros lugares.

No necesitamos lisonjas con detalles del porqué de nuestros sinsabores y de nuestros depredadores vecinos y lejanos de nuestra verdadera historia, y motivar el odio ancestral organizado y mal intencionado que ayudan a ingresar en los textos antisemitas.

Sería de mas efectividad que nuestros dirigentes no ocupen su tiempo en viajes relámpagos a dar explicaciones, siendo recibidos con alfombras rojas y con apretujones de manos ya sin impresiones digitales por su uso. Al final, de todas esas visitas sólo queda "Tiene razón, pero marche preso".

Sería más efectivo anunciar al mundo un ultimátum anticipado para callar las voces que se sumarán descaradamente en el coro de los humanistas encubiertos:

Actuaremos como un país que se respeta con todas las consecuencias que se merecen las ordaz salvajes que nos quieren borrar del mapa.

En el ámbito local no es tiempo de escritos etéreos como publican algunos observando a los lindos pajaritos, "recibiendo nuevos vientos perfumados", pero omitiendo los proyectiles dirigidos a diario para lastimarnos, o veinte mandamientos bien intencionados, superando con diez tantos los consejos de las tablas de Moisés.

Lamentablemente no serán fruto de esta generación.

Qué lástima, ¿verdad?

Atte.

José Guerchuni
Rishon LeZion