"Somos egipcios y estamos orgullosos de serlo".
Esto era lo que repetían varios estudiantes ante las cámaras de la CNN en la Plaza Tahrir de El Cairo.
Estos estudiantes no conocieron en su vida a ningún otro dirigente más que Mubarak. Estudiantes que en las últimas tres semanas salieron a las calles para decir que 30 años es demasiado. Su lucha y la de los cientos de miles de personas que los acompañaron son un ejemplo de coraje, tenacidad y dignidad que el mundo debe tomar nota.
Que Mubarak no iba a hacer como el tunecino Ben Alí y tomarse un avión hacia un exilio dorado en cuanto soplaran los primeros vientos en contra estaba cantado. Pero tampoco contaba con la resistencia que le iba a ofrecer un pueblo desesperado. Se aferró a la silla hasta lo inimaginable y cuando su suerte estaba echada, hizo gala de un cinismo inigualable.
Pero la partida final la ganó la calle y Mubarak acabó marchándose de la peor manera, a escondidas, como sólo hacen los dictadores que se saben acabados.
Las turbulencias que se ciernen sobre el futuro de Egipto son muchas. Todo el poder está ahora en manos del ejército y los últimos sucesos se asemejan a un golpe de estado.
Realmente fueron los militares quienes echaron a Mubarak. Pero dudaron mucho y jugaron demasiado a la ambigüedad antes de llegar a la conclusión de que esa era la única salida a una situación insostenible.
Pero el ejército nunca hubiera llegado a esa conclusión sin la presión de un pueblo que perdió el miedo en la búsqueda de su libertad y de un futuro mejor. Sin la perseverancia de millones de hombres y mujeres que aguantaron todo tipo de presiones y provocaciones y contra viento y marea mantuvieron su protesta en las calles.
La victoria es del pueblo egipcio. De nadie más. Que tomen nota otros dirigentes en la región.
Nada podrá parar ya esta primavera árabe.
Saludos.
Raul Benharosh
Hod Hasharón