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Gobierno con color

Estimados amigos,

Sigo el conflicto entre Israel y los árabes palestinos desde que a finales de los setenta conocí personalmente a Bruno Kreisky, jefe del Gobierno de Austria y judío, y a Issam Sartawi, médico y hombre de Arafat en Europa.

Por esto me sorprende que achaquen las dificultades del proceso de paz al hecho de que Israel tenga "un gobierno de derecha, nacionalista, con componentes ortodoxos y antidialoguista".

El color del Gobierno de Israel es irrelevante. El bloque árabe no aceptó que el Mandato británico diese tierras del Califato a los judíos para que erigiesen su Estado; se opuso a la Liga de Naciones y a las Naciones Unidas que asumieron por aplastante mayoría la decisión de la Liga de Naciones.

Mientras el Islam no acepte al Estado judío, será imposible la paz. Israel siempre tendrá un interlocutor más o menos dialogante para entretenerse con la negociación y otro terrorista o belicista para combatir con su ejército.

El conflicto permanente de baja intensidad favorece a todos menos a Israel; a las tiranías musulmanas para desviar la atención de sus depauperados y expoliados súbditos; a EE.UU, EU y Rusia para evitar una perniciosa alianza de la alta tecnología israelí con los petrodólares árabes; a todos los gobernantes democráticos en general para restringir las libertades ciudadanas bajo el pretexto del terrorismo que ahora llaman "internacional".

Cuando el conflicto de baja intensidad amenaza con trasnformarse en guerra abierta por la respuesta contundente del Gobierno israelí - no importa el color -, entonces todos ponen el grito en el cielo y arrementen contra Israel porque estorba el negocio. Probablemente, los árboles de la política interna israelí no les dejan ver el bosque que algunos desean ver en llamas.

Reciban un cordial saludo,
Pere Bonnín.