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Cuando el humor es horror...

La tira tragicómica aparecida en el diario Página 12 es la demostración de un nazi que expresa lo que piensa.

Sin metáforas, no esconde su ideología por segunda vez a través del humor en ese medio. Es un activista racista con lápiz y papel que fue publicado masivamente en un periódico defensor de los Derechos Humanos.

El autor de semejante y brutal utilización de la barbarie cometida contra los judíos durante la Shoá debe haber sido criado con mamadera de odio y dibujado su antisemitismo con la sangre de los asesinados.

En el detalle de los cuadros hace hablar a sus personajes, a los prisioneros, con sus trajes a rayas, con sus perfiles de nariz aguileña haciéndoles decir al disc-jockey, que los hace bailar, que está equivocado porque a ellos los van a matar.

¿Y qué quiere decir esto? Esto significa, mis queridos hermanos judíos y dirigencia comunitaria, que tanta explicación al enemigo no es un método para cambiar su antisemitismo.

Inclusive la intención de poner a Hitler estimulando a los judíos a que se diviertan porque así el jabón, después de ser incinerados, saldrá mejor, es, desde la mente del dibujante, una demostración más de su placer por matar judíos y del reciclado de sus restos. Es el típico representante de un nazismo vigente, sin ningún tipo de tapujos, en un país como el nuestro en el que vivimos recordando la barbarie del Proceso y sus metodologías. Y esto es lo paradójico.

Quien esto escribe no está de fiesta, como estimula la tira tragicómica, palabra que hace recordar cuando en los cuarteles, la policía, el ejército, azuzan como superiores a sus subordinados para hacerles conocer el poder del más fuerte.

No estoy de fiesta porque conocí la pira de cenizas de Auschwitz, en la que puse flores en memoria de familiares, y porque fui a conocer Wansee, en Alemania, donde se firmó la puesta en marcha de la Solución Final. Es un lugar paradisíaco, con bosques, lago, residencias, casas de té, orden, limpieza, silencio entrecortado por los patos y gaviotas. Y sin embargo, fue allí donde se decidió lo que sigue vigente en el autor del dibujo. En el palacio en el que se reunieron los jerarcas alemanes, súbditos del Führer, existe un museo doloroso para recorrer que tiene unos ventanales, a través de los cuales, se ve un paisaje de armonía, belleza y paz. Y esto es también lo paradójico.

No estoy de fiesta sino de luto, llena mi alma de recordación hacia los judíos asesinados y que siguen vivos porque mi misión es no olvidar y ser, por sobre todas las cosas, una judía libre. Como escritora y periodista mi palabra fue siempre clara y valiente para educar al ignorante.

La paradoja de todo esto es que tampoco esto sirve. No quiero dar más ni soliloquios ni diálogos con quienes proponen la muerte como una fiesta para terminar con el enemigo. Creo que lo único que sirve es la democracia, la igualdad y el respeto. Y soy sionista porque Israel me devolvió ese derecho.

Sólo estoy de fiesta cuando me defiendo para que nunca más vuelva el Holocausto.

Martha Wolff
Buenos Aires