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Lealtad a Israel

Sr. Director

Tengo la sensación desde hace algún tiempo que un relente de fascismo se extiende por nuestra sociedad israelí y no nos damos cuenta de ello.

Estamos en una pendiente resbaladiza y muy peligrosa. Netanyahu y Liberman impulsan constantemente iniciativas y una legislación que están en el límite.

Cuando se ponen todas esas iniciativas juntas, uno se encuentra ante un cuadro que tiene que inquietar a quienes temen por el carácter democrático de Israel.

Estoy de acuerdo con que una persona que adquiere una nacionalidad deba respetar las leyes del Estado correspondiente, pero ¿tendría que guardar «lealtad» al Gobierno del Estado?

La lealtad al gobierno de un Estado es un concepto manifiestamente fascista. En democracia, al contrario, son los Estados y sus instituciones y dirigentes quienes están al servicio del ciudadano y quienes deben ser leales a una constitución y al bienestar de los ciudadanos.

Liberman aprendió el concepto de democracia en las escuelas soviéticas, y lo enriquece y extiende con el espíritu del fascismo adquirido en el Comité Central del Likud de Netanyahu con personajes como Moshé Feiglin a la cabeza.

El fascismo no es una plaga sino una doctrina organizada que hace desaparecer el concepto de ciudadano, un concepto que está en el corazón mismo de la democracia. Eso es lo que sucede en Cisjordania entre los habitantes judíos de los asentamientos y la población palestina.

En el fascismo, para los ideólogos de los asentamientos, el Estado es el valor más elevado, y los sujetos están obligados a serle leales hasta el infinito, y a servirle sin reservas.

Ésta es precisamente la percepción de Liberman. En este sentido, el informe del ex juez de la Corte Suprema, Edmond Levy, sobre la aparente legalidad de los asentamientos en Cisjordania  no es un problema sólo para los ciudadanos no judíos de Israel, sino para todos la ciudadanía preocupada por preservar la Nación hebrea.

Lo saludo atentamente.

Sara Klein
Ashdod