Sr. Director
Netanyahu pretende formar el nuevo gobierno después de que el Likud-Beiteinu salió debilitado de las elecciones, lo que lo obliga a sellar complicadas alianzas.
Es probable que sume a Lapid a su bloque de derecha, lo que representa el éxito del movimiento de protesta de 2011, pero también su fracaso.
Hace un año y medio, centenares de miles de israelíes salieron a las calles de las ciudades para exigir justicia social, bajar el costo de vida e igualdad en las cargas de servicios al país.
Pero Lapid es incapaz de combinar un discurso de igualdad y justicia social con la necesidad de llevar a cabo acciones a favor de grupos desfavorecidos en la sociedad.
La gran mayoría de los partidos políticos volvieron a manipular al pueblo. Netanyahu llevó adelante una campaña de miedo para tapar los temas sociales y económicos.
Lapid manipuló con que la protesta social de 2011 estaba centrada en la clase media, porque él no representa a las clases bajas, que tradicionalmente votan al Likud, y atrajo a gente que votaba a la izquierda.
La sensación que dejaron estas elecciones es de que nadie habló de lo que a la sociedad le interesa. La gente fue a votar como acto de protesta contra Netanyahu. Todos los que estaban en su contra fueron y parte de los que lo apoyaban se quedaron en casa.
Nadie propuso algo concreto que lleve a la gente a votar por un proceso de paz, no hubo ni agenda ni discurso ni legitimidad para tratar el tema. Meretz y Hatnùa lo plantearon y cada uno recibió apenas seis mandatos.
No queda otro remedio que reanudar las protestas y transformarlas en lenguaje político. En ese caso habrá que esperar a nuevas elecciones que, seguramente llegarán pronto, porque cualquier gobierno que forme Netanyahu sólo generará más inestabilidad.
Atte.
Adrián Segal
Haifa