Sr. Director
Ahora que Netanyahu formó un nuevo gobierno que emerge de posibles permutaciones posteriores a las elecciones, Obama debería haber pensado si hizo lo correcto en llegar a Israel.
El segundo puesto de Yair Lapid en las elecciones cambió el aspecto político. Los partidos ultraortodoxos están fuera del gobierno, mientras que Hatnuá de Tzipi Livni está dentro. Pero los que dieron un suspiro de alivio por el debilitamiento del Likud y de la ultraderecha deberían permanecer llenos de preocupaciones como antes.
El tire y afloje político terminó por el momento, y el resultado parece asegurado. Netanyahu es de nuevo primer ministro, y cada partido - ya sea que esté o no en el poder - está dispuesto a bloquear, diluir o disimular cualquier política que el nuevo gobierno logre adoptar.
En Israel, la pregunta hoy en día no es si el centro se mantendrá, sino que si ello tiene alguna importancia.
Tanto en el ámbito nacional como en el internacional, el desplazamiento de Israel hacia el centro no reviste tanta importancia en comparación con su adopción de un nuevo tipo de consenso nacional que comenzó a surgir en el verano del 2011 cuando los israelíes desarrollaro una batalla interna relacionada con el queso cottage.
No se hizo mención, ni entonces ni ahora, a la necesidad de iniciativas de paz, al estado de ánimo de los palestinos que ahora parecen ser invisibles.
Al representar las aspiraciones de la clase media que busca un mejor trato económico, Lapid y Bennett se convirtieron en las dos caras de una moneda política, respaldada por una identidad nacional y étnica en un país que se percibe a sí mismo como solitario en el mundo.
De cualquier manera, Israel ya no se emociona como antes con las expectativas, esperanzas y temores de un mundo que aún se encuentra enfocado en dar solución al conflicto israelí-palestino.
En pocas palabras, esa contradicción ya no es relevante. A pesar de las profundas frustraciones económicas de muchos de sus ciudadanos de clase media, Israel se convirtió en una potencia económica y militar de nivel mundial. El país vive cada vez más en su propia realidad virtual, que de forma simultánea se encuentra cercana y muy alejada de la pre-modernidad de la mayoría de sus vecinos.
Ahora Israel está orgulloso de estar en su propio mundo, en el cual se siente libre para actuar unilateralmente y en el que se puede burlar de las críticas de Europa y de EE.UU.
No hay ninguna razón para creer que el nuevo gobierno de Bibi vaya a reanudar el proceso de paz. Obama se encontrará con un país que se desplazó hacia su propia órbita.
Pero ya está más que demostrado que la historia tiene sus vueltas.
Atentamente.
Martín Gelman
México - DF