Amigos de Israel en línea,
El golpe de Estado en Egipto era un final anunciado. Las esperanzas de democracia en ese país árabe merecían una mejor oportunidad.
Sin embargo, el ex presidente Mursi no hizo nada para dar lugar a un proceso político más abierto incluyendo, a través del dialogo, a las demandas de la oposición.
El abuso de poder, el exceso de islamismo en su accionar político y en la vida social en general, fueron los detonantes que estaban latentes ante el avance de los Hermanos Musulmanes en todas las áreas de gobierno y el creciente desvanecimiento de la independencia de poderes.
El fracaso democrático en un país que fue gobernado por dictaduras autoritarias militares es un hecho grave que puede dar lugar a imitaciones en otros países que atraviesan una «primavera árabe» decepcionante en términos de libertades individuales.
El autoritarismo y la influencia religiosa opaca la mayoría de los procesos democráticos en Oriente Medio. Esa tendencia es preocupante en una región compleja que atraviesa riesgos permanentes de conflictos militares mayores.
Con la vuelta del Ejército al poder en Egipto, el país vuelve a un punto crítico. Los Hermanos Musulmanes se convierten en la principal fuerza opositora y es probable que se inclinen a una posición aún más extremista.
Nada permite afirmar que la tensión en Egipto disminuirá con el nuevo ejecutivo. Es de esperar que el gobierno de transición mantenga equilibrio y no repita errores políticos de arbitrariedad y sectarismo ni inicie un proceso de caza de brujas que en nada ayudará a generar las condiciones para una posible democracia.
Egipto es un país demasiado importante en Oriente Medio para que siga improvisando políticamente.
Atte.
Adrián Jarozky
Carmiel