A propósito de la entrvista entre el Señor Obama y el Señor Primer Ministro de Israel, Bibi Netanyahu, me permitiría hacer un comentario con el mayor cariño y respeto.
Sigo el conflicto entre Israel y los árabes palestinos desde que a finales de los setenta conocí personalmente a Bruno Kreisky, jefe del Gobierno de Austria y judío, y a Issam Sartawi, médico y hombre de Arafat en Europa.
Hay muchos muros y barreras en el mundo que sí solucionaron el problema de la infiltración terrorista. El de Israel es el principal en cantidad de vidas que se salvaron, pero hay muchísimos otros.
No tengo tiempo de desarrollar los motivos, varios, pero el editorial de esta vez me indica que ustedes han perdido el equilibrio y la objetividad de lo que veníamos disfrutando hasta ahora.
Parece ser que el Sindrome antiBibi cala profundo en mucha gente, y olvidan que el hecho de que el mundo aplauda algo que nos involucra, debe oler automáticamente a algo que no nos conviene, y créanme que no tengo un pelo de paranoico.
La nota editorial (supongo que es Editorial, porque estaba en primer lugar y no está firmada) sobre el muro de defensa entre Israel y Cisjordania, contiene varios errores que conviene señalar.