Imprimir

Retirarse a tiempo

Philip RothEn una sociedad donde todo se muestra, que algunos llaman la sociedad del espectáculo - estamos hasta la coronilla de las selfies - Philip Roth ha decidido dejar de escribir y no dejarse ver. Lo de dejar de escribir ya lo había anunciado hace dos años. Ahora, en un documental de la BBC, estrenado esta semana, anuncia que ya es hora de dedicarse a hacer nada. Nada más que ayudar a su biógrafo a terminar su libro. Nada más que dedicarse con su fuerte «narcimismo», a sí mismo.

He recorrido parte de la obra del eterno candidato al premio Nobel, no toda. Con lo cual releerla y visitar los textos que me faltan, daría por satisfecho mi especial interés en su literatura. Recordemos que el mexicano Juan Rulfo escribió una sola novela, Pedro Páramo, y se consagró.

No es la respetable afirmación de Roth: «No tengo nada para decir» lo que llama mi atención sino el hecho de desaparecer de la escena pública, de sustraerse de la mirada de quienes lo leemos. De decir algo así como: «Hasta acá llegué, si quieren ver la foto de un anciano miren la de Tolstoi o la de sus abuelitos, yo me borro» como dijo un argentino en tiempos oscuros de nuestro país.

Los pueblos primitivos temen a las cámaras fotográficas porque intuyen que les roba, que los despoja de una parte de ellos. Balzac, de quien Marx dijo: «si quieren tener una radiografía con palabras, de gestos, modos y costumbres de la sociedad preindustrial de Francia basta con leer a Balzac» sufría de temor a que lo fotografíen.

Salinger, al contrario de muchos escritores reconocidos, hizo gala de una fuerte fobia social; lo que más le molestaba eran las fotografías, huyó de ellas. Esto lo presumo, ya que jamás lo vi en un documental. Se conservan pocas fotos de su juventud y algunas tomadas por un paparazzi cuando salía de un supermercado, ya anciano pero bien puesto.

El que no se ha dejado fotografiar jamás es otro escritor norteamericano contemporáneo: Thomas Pynchon. El crítico Harold Bloom lo cita como uno de los más grandes escritores estadounidenses. Digo, si se le concediera el Nobel, es de los que mandarían a otro a retirarlo y a leer las palabras de agradecimiento. Aunque, como acto por demás fulgurante, la estrategia de presentarse personalmente hablaría por sí misma, por más aversión a los medios que Pynchon pueda albergar.

Desde cierta perspectiva, los consagrados en cualquier ámbito, tanto pueden padecer o usufructuar del «doble standard» que les otorga la vida pública y la privada.

Particularmente aplaudo, aunque cercene mis planes de conocerlo personalmente, la decisión de Roth de retirarse a los 81 años de la vida pública. ¿Quién quiere ver las arrugas propias en caras ajenas? Yo no, paso. Tal vez porque soy mujer y las arrugas no siempre nos quedan bien a nosotras. Voy por las generales de la ley. Y eso que no tengo nada en contra del paso del tiempo. Lo único que me molesta es que uno envejece. Nada más.

Un escritor que no tenía problemas en mostrarse era Truman Capote. Al contrario, hizo del ser visto y mirar - además de escribir como los dioses - un estilo. Es famosa la fiesta que ofreció a propósito del éxito de su novela A sangre fría en el Hotel Plaza de Nueva York. El dress code era, además de los dos colores anunciados en la invitación, el estricto uso de antifaces, que debían descubrir las caras a una hora determinada. Hubo por supuesto, cámaras de televisión y fotógrafos a rolete.

Greta Garbo, la divina, como se la conocía, se retiró tempranamente lo que contribuyó a aumentar su misterio. Según se dice dijo: «Mi vida ha sido una travesía de escondites, puertas traseras, ascensores secretos, y todas las posibles maneras de pasar desapercibida para no ser molestada por nadie».

Borges, hizo todo lo contrario a la actriz. Lo vemos todo el tiempo en el ciclo de famosos reportajes realizados en la década del ‘70 por la televisión española, cuando ya no era el señorito Georgie. Era más bien el señor Jorge Luis.

Espero que Roth no se arrepienta y me decepcione. De otro modo me obligará a reescribir esta columna.

Fuente: Diario El Dia de La Plata; Revista Domingo; 1.6.14.

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.