En el curso de cuatro días vi las películas «Ave Fénix» de Petzold  y «Noche y Niebla» de Resnais, filmada once años después del fin de la Segunda Guerra. La primera nos acerca una ficción donde la delación del pasado muestra sus múltiples caras en el presente de la protagonista; una sobreviviente que vuelve del campo de concentración a Alemania.

La segunda, es el emblemático film realizado con fragmentos documentales registrados por los propios alemanes. Ambos films no hacen sino volver una y mil veces a la pregunta: ¿de qué es capaz el hombre? Tanto Freud como Hanna Arendt o Primo Levi, sólo por nombrar tres de los miles que han abordado el tema, delinearon una respuesta a este intríngulis, desde sus respectivos puntos de vista.

Soy una modesta devoradora de libros y amante del cine, diría que hasta del cine clase «B», siempre que no se trate del género «terror», ya que con films de esa naturaleza prefiero lo que el ojo humano de un director documentalista recorta para los espectadores. En «Noche y Niebla» se ve el horror.

La misma semana murió el premio Nobel alemán - Günter Grass -, quien afirmó tardíamente que perteneció a las Juventudes Hitlerianas, no por voluntad, pero las frecuentó. Mi profesor de literatura - Osvaldo Gallone - sostiene que en un reportaje de los '80, ya lo había manifestado, sólo que los medios no supieron escuchar o hacer de ello un tema excluyente por el término de quince días, al menos.  En «Conversaciones con Günter Grass» - Nicole Casanova; Editorial Gedisa; junio 1980 - dice el escritor entre las páginas 26 y 30:
 
«De todos modos, a los quince años la escuela ya había dejado de ser, para mí, una ocupación continuada. Me hice auxiliar de la Luftwaffe (...). Recibimos uniformes, hermosos uniformes, las chicas nos admiraban... De los diez a los catorce años yo estaba en la Jungwolk, y de los catorce a los dieciséis, hasta hacerme soldado, en la Juventud Hitleriana. La fascinación que surgía de la Jungwolk y de la Juventud Hitleriana provenía de su carácter antiburgués. Estas organizaciones se presentaban como movimientos progresistas respecto de la nobleza, respecto de todos los mandarines ricos... Su lema, la reivindicación nacional-socialista de que «la juventud debe ser dirigida por los jóvenes», por ejemplo, producía desde el punto de vista de la propaganda un efecto fantástico. (...). Lo único que nos interesaba era tener algo para comer. Un aplastamiento total de los valores. Recuerdo que me puso furioso haber sido herido, pues me perdía la ración suplementaria que se nos distribuía el día del cumpleaños de Hitler». SIC.
 
Pero volvamos al cine, que en la ocasión disparó este texto que no pude dejar de escribir. Vi hace un par de años en Israel, «El triunfo de la Voluntad» y «Olympia», de la realizadora preferida del Reich, Leni Riefenstahl. Si algo puedo decir es que sostiene una ideología clara, sin tapujos, una ¿burda?, ¿exquisita? propagadora del régimen con planos de jóvenes arios dispuestos a arrollar - pura fuerza - y morir por un Reich que durara mil años. En todo caso mi pequeño triunfo es haber visto esas películas en Israel. Leni vivió 101 años.

«Speak Low» - Hablá bajito - es el tema de Kurt Weill que suena  en el film «Ave Fénix». Se trata de un pájaro mitológico que se consume cada quinientos años para luego resurgir de sus cenizas. Hitler hablaba entonces de dos secuencias de este pájaro, al menos.  

Cuando visité el Memorial del Holocausto en Berlín, en ocasión de la muerte de mi padre - un sobreviviente - pensé que esos bloques de cemento que obligan a mirar al cielo, so temor de quedar asfixiados, resultaba  un homenaje incompleto. Deberían haber incluido altoparlantes, como los que existían en los campos, que repitieran en voz alta durante mil años la palabra Perdón. Aunque para los laicos no exista nada a religar, como sí existe para los religiosos, la voz actuaría como un leve zufilado de ese agujero que habla y dice tanto acerca de lo que es capaz un hombre.  

Si existen estos altavoces yo no los escuché.

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