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Una mirada sobre la actualidad

Si fuera una sureña norteamericana nacida a principios del siglo pasado, probablemente los temas que hubiera abordado -con infinita menor belleza, fuerza y talento que los Master Writers como Faulkner, Carson Mc Cullers, Flannery O'Connor, sólo por nombrar a los más representativos - serían el orgullo austero del Deep South. El decaído Sur Profundo, magistralmente descripto por estos escritores.

Y tendría una alfombrita, bordada por mí en punto cruz, de la tapa del libro "Lo que el viento se llevó", saga epítome de la época, llevada más tarde al cine. Si en cambio, hubiera nacido en New York en la misma época, mi mirada seguramente se hubiera centrado en Manhattan, esa Babel que por inefable que aún hoy sea, tan bien supo describir John Dos Passos en su monumental "Manhattan Transfer". Si mi nacimiento hubiese acaecido durante la década de los '30 en Buenos Aires, lugar donde efectivamente vi la luz - yo no lo recuerdo - hubiese corrido detrás de algo parecido a "Las aguafuertes porteñas" de Roberto Arlt.

Mis temas son "la actualidad", sin literatura, por ahora. La Yourcenar en cambio, sabía muy bien transformarla en altísima prosa. Pocas como ella nos hacen descubrir lo que de actual existe en cada época. La del emperador Adriano es un ejemplo.

Apenas soy una argentinita que lee, escucha y trata de aprender de grandes escritores. Porque sí, amo la letra de escritores enormes, como decía mi padre. Y con este amor, lo homenajeo. Sólo escucho y observo la realidad más lata y a veces hasta me atrevo a enunciarla en un tono absolutamente coloquial y urbano. Y espero que empático ¿Por qué no?

Últimamente he oído decir de un modo recurrente una estructura inquietante. Si esto sucede es porque algo de lo actual llama a mi escucha. No puedo hacer oídos sordos.

Por ejemplo lean el siguiente texto: - "Te digo que Susanita, solo por decir un nombre, no voy a escribir Lisita ¿no? además de estar casada con A, sale con B, más C y cuando puede con D. De C no estoy segura". Ningún representante de estas consonantes sabe de la existencia del otro. En realidad se trata de un juego en solitario de Susanita con otros cuatro protagonistas.

Lo inquietante es cómo concluye la estructura. "Si ustedes -vamos a suponer una rueda de amigas, tiene más sabor y matices-, dicen que yo lo dije, lo negaré hasta el cansancio" (de ustedes).

Hay en esto una trampa o dos, no muy fáciles de comprobar. La potencial acusada quiere, en principio, que otros sepan lo que ella va a negar. Tiene interés en que los secretos ¿ocultos? de Susanita los conozcan otras. ¿Por qué tiene interés? No lo sabemos aún. Acá ya nos acercamos al policial tradicional del tipo Conan Doyle, pero sin crimen, sólo escapaditas.

Susanita, que es tu amiga hasta ahora, intuye al principio, que si conocés el recorrido que te lleva hacia el banquillo de los acusados, por recorrerlo innumerables veces, al final, no tiene duda de que fuiste vos quien abrió la boca de dragón y quemó a muchos.

Este sistema admite otras torsiones. Puede suceder que la tal Susanita haya hecho circular esta versión para que de verdad no se sepa que sale con Z o que no sale con nadie y que prefiere ir a la cama con su marido y pensar en su nueva novela. O escribir su próxima novela, sin ir a la cama con un hombre; los hombres que le interesan se hallan inventados en su ficción. Ya que un hombre puede que no sea -quizás- más que una ficción para toda mujer. ¿Quién sabe, no?

Lo interesante de la teoría del engaño y el rumor es que son absolutamente circulares y espiralados. En cualquier momento se abre un punto de la espiral y comienza otra historia que nada tenía que ver con la primera.

Una experiencia personal que no da lugar a ninguna ficción literaria posible ya que no existe engaño alguno. Un amigo íntimo, delante de otros cuatro me preguntó: - Liz ¿es verdad que dijiste que soy la persona más egoísta que conocés?

- Sí, lo dije. ¿Cuál es el problema?

- No, sólo quería saber.

- Pues ya lo sabés. Te sigo queriendo como de costumbre.

Otra de los dichos "actuales" que escucho es "ya no hay más códigos". ¿Qué códigos? Cuando un Schwarzenegger, o un Strauss-Kahn aceptan lo cometido, casi como "y sí... cuando la carne allende de la que se tiene en el hogar, llama con renovados bríos, uno responde". Tal vez nos encontremos en los albores de una época donde un Henry Miller o un Bukowski sean asimilados como el más digerible menú de una clase hipócrita, doble discursiva.

Particularmente pienso que en esta época de códigos caídos - del Otro que no existe, por decirlo en lacanez moderno -, como en el juego de la perinola, (casi) todos ponen. No significa que adscriba a esto sino que repito lo que escucho y veo por todos lados. Cero ficción, esto no es literatura.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 29.5.11

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