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¡No tengo la más mínima idea!


Alguna vez me gustaría escuchar a las personas decir: "No tengo idea, dejame averiguar y te contesto". En ocasiones es necesario saber bien los datos antes de responder.

¿En qué momento alguien acostumbra a decir "no tengo idea"? Generalmente escuchamos esa respuesta cuando una persona confiesa su ignorancia en determinada área. Es así que en numerosas oportunidades lamentablemente, la gente nos sorprenden con su falta de información sobre temas por demás básicos.

Se podría decir que la gran fuente de conocimientos e información está representada por medio de la declaración: "No tengo idea". Alumnos y maestros, celebridades y activistas públicos, sorprenden a veces por lo exiguo de sus conceptos. 

Principalmente se destacan las áreas en las cuales, aparentemente, no son profesionales, aquellas que tratan sobre instrucción general: judaísmo, literatura, historia y arte. Entre los encuestados existen los que tratan de mejorar esa dura impresión a través de las explicaciones o brindando una respuesta parcial; otros declaran, casi con rebeldía, que el tema no les interesa, que no lo estudiaron en la escuela, o simplemente que pasemos a otra pregunta.

Hay muchos casos en los cuales me hubiera gustado escuchar algo como: "No conozco los hechos, déjame pensar y razonar algunos días y entonces te contesto". Aquí la declaración no proviene de una vergonzosa ignorancia, sino de un intento de profundización, sencillez y voluntad de aclarar los hechos.

Pero en las costumbres mundistas en nuestro diálogo público, la situación es casi inversa. La respuesta de los políticos, por ejemplo, es apresurada, como si disputaran alguna competencia: el primero que contesta, gana. Asuntos muy serios como negociaciones de paz, Guilad Shalit, o la no inscripción de alumnos etíopes en las escuelas, reciben generalmente un veredicto público apresurado, superficial y extremo.

Es cierto, que en repetidas ocasiones los hechos son complejos y confunden. También es verdad que quien entrevista exige respuestas claras y concisas. ¿Pero qué se puede hacer si es necesario conocer bien los datos? ¿Qué podemos hacer si la incertidumbre es difícil?

Me parece que "no tengo idea" expresa una de las situaciones emocionales y culturales básicas de nuestra sociedad. Por un lado, representa fehacientemente el analfabetismo creciente en el sistema educativo y las ganas de "saber menos" que se instaló en el consenso público. Incluso los estudios profesionales en las Universidades no corresponden con la instrucción general y con el conocimiento cultural adecuado.

Cada vez hay más preguntas básicas a las cuales se puede contestar lamentando y con sinceridad: "No sé", e incluso "No recuerdo si alguna vez lo supe". Sin embargo, esta combinación no es suficientemente oída en oportunidades donde es fundamental.

Nuestros dirigentes o nosotros mismos nos apresuramos a condenar, fijar estatutos, repetir slogans o establecer estereotipos en lugar de confesar en forma directa frente al micrófono: "Escúcheme, la pregunta formulada es muy seria; quisiera pensarla y analizarla por lo menos como si me hubiese preguntado qué me gustaría comer, o dónde me gustaría vivir. 

* El autor es poeta y escritor israelí. Ganador del Premio Presidente del Estado en Literatura en 2001.

Fuente: Maariv - 10.9.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il