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Conversaciones de chicas

En toda conversación de chicas - que en los Estados Fundidos de Norteamérica ya ha producido un género sub-literario, pero género al fin (el "chick-lit" o "girls-talk") - se producen temáticas, como se dice ahora, "imperdibles". Esos raros adjetivos nuevos.

La semana anterior esta columna hizo hincapié en un cierto gusto novedoso: el de lo claro y sencillo en todos los órdenes de la vida donde sea posible aplicar esta regla de oro. Metal, que como todo el mundo sabe, cobró valor este último año.

Donde más hondo cala esta preferencia es en el aspecto discursivo. Después de todo, los humanos nos caracterizamos por "hablar". De nuestras bocas salen palabras. De nuestras manos espadas y plumas.

Luego de haberme tragado a los reyes de mambo barroco cubano - Lezama Lima y Alejo Carpentier - me autorizo a decir que esa yuxtaposición de adjetivos que utilizan alrededor de la perla del barroco ya fue. O como dice una amiga "has been". Reconozco que para llegar a esta afirmación pasé mucho tiempo subyugada por estas lecturas. Las analicé, las deglutí pero ya basta para mí.

A Leonardo da Vinci se le atribuye la cita "la simplicidad es la máxima sofisticación" y al arquitecto Mies Van de Rohe "menos es más".

Si trasladamos ambas citas a las relaciones entre mujeres y hombres habremos dado un paso importante, después de haber recorrido un largo camino no señalizado y atestado de pedregullo. Ya basta. Aquello fue; resulta pesado, antiguo y aburrido. Particularmente me produce un bostezo hepático.

Y las chicas - algo que ojalá entiendan los chicos - ¡queremos pasarla bien! Cada cual en su estilo.

Las relaciones tortuosas permean el decadentismo. Particularmente renuncio a ello. Porque hay que ser un dandi a lo Huysmans o a lo Oscar Wilde para permitirse este tipo de ligazón a una mujer. Y los dandis, a la sazón, son "hombres" de las postrimerías del siglo pasado. Difícilmente se encuentre alguno en el siglo XXI y en mi barrio ni se enteraron de que existían. Además, cuesta mucho serlo.

No conozco correlato femenino, tal vez una George Sand o una Lou Andreas Salomé pero no estoy tan segura. Más segura estoy de que el dandismo era un modelito "salidor" masculino.

Y mis amigas y yo misma somos féminas modernas. Entendemos que si bien nunca habrá recubrimiento perfecto entre la palabra y lo que ella quiere significar, ésta siempre ocultará por estructura, no por mala fe del emisor, el mensaje en su máxima pureza. También entendemos mis amigas y yo que existe además de la "mala fe" sartreana, la mala leche.

¿Qué es la mala fe sartreana? Es esa clase de afirmación que dice sí... pero más adelante lo volvemos a hablar. Cuando es decididamente un no, hoy.

No se trata del sujeto que miente sino de aquel que posterga decisiones para mejores tiempos, sabiendo que ello no ocurrirá. Es el tipito que dice: "Yo me iría con vos, pero... no puedo. Mejor esperemos hasta que mis chicos crezcan. Dale, lo dejamos para más adelante. Mientras tanto estemos juntos cuando podamos". O sea, cuando yo pueda.

Sarasas de esta naturaleza en las que no es necesario abundar. Esto vale tanto para la dama como para el caballero.

Para Sartre el sujeto es lo que hace, lo definen sus actos y no sólo sus proyectos. Dicho así rapidito, como de entre casa, eso es la mala fe en el ejemplo anterior. Los cobardes están atiborrados de mala fe, tienen la panza llena de lastrar lastre.

Para Sartre, aún en los momentos más difíciles el hombre "decide". Éste es otro atributo sartreano, la posibilidad y capacidad de decidir. Forma parte de la condición humana.

Volviendo a mis amigas, llegamos a una conclusión avalada por el psicoanálisis.

"Hay que terminarla de una buena vez, como me dijo varias veces mi psicoanalista, con el tan extendido "deseo como carencia" del Lacan platónico. Lacan también habla del deseo como presencia, Liz".

Creo que me avivó. Mis amigas y yo sabemos que no se puede conocer al otro en una profundidad casi bestial para que la cosa amorosa funcione. No sería humano.

Creemos, eso sí, que existen intuiciones, certezas móviles, que no hay "lo acabado" en ninguna esfera, por más que este cuerpo parezca perfecto.

Sí tensiones inacabables que mantiene el "interés". De otro modo moriríamos de aburrimiento, una forma espantosa de vivir.

Este año hemos decidido, mis amigas y yo, ser sofisticadas en el modo simple en que lo expresa da Vinci.

Luego de estas disquisiciones le entramos a una choco torta con champagne, que es lo más parecido a la felicidad que yo encuentro en estos días tan calurosos.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 15.1.12

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