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Dichos de la vida cotidiana

Existen en el uso coloquial dichos de cortesía que si les hiciéramos caso armaríamos tremendo jaleo.

- «Vos no necesitás invitación. Mi casa es tu casa...»

Se la enuncia cuando no se quiere invitar a otro en el corto, medio o largo plazo.

Tiene el mismo estatuto de «un día de estos nos juntamos y tomamos un café». O sea, nunca.

Si de verdad hiciera caso a tu invitación, usar tu casa como si fuera la mía, lo primero que haría es limpiarla. Y no te abriría la puerta para que la vuelvas a tener en el estado en que me la dejaste.

Pero lo más importante, y porque soy una buena persona, jamás pisaría tu casa porque sí, necesito invitación. Mirá si justamente entro y te encuentro con tu nuevo amante. No es cosa de hacer. Al menos yo no lo haría por respeto a tu anterior amante.

Otra frase que comienza a escucharse en general, entre señoras de su casa, de la de ellas, es:

«No, no, no. Yo no como pollo; están llenos de hormonas».

Justamente lo que vos más necesitás - más que tu marido te lleve a Venecia Rojo Shopping para comprarte la última creación de los diseñadores Bolche y Cargada- son hormonas. Te diría que es lo único que andás necesitando. ¿Por qué creés que tenés ese humor tripolar, y esos nervios de plástico que se derriten y entran en cortocircuito cada tres minutos? Es por la falta de hormonas. ¿Qué problema hay en que te las dé un pobre pollo al spiedo con papas noisette? Encima es mucho más barato que comprarlas en la farmacia. Y más nutritivo.

Cuántas veces escuchamos: «Te quiero mi amor, como siempre, como de costumbre».

Si yo escuchara esto de boca de alguien que me interesara me tomo un micro a Santa Teresita ida y vuelta; sin asientos reclinables y tres veces seguidas. Lo juro. Es lo peor.

Lo entiendo como una «costumbre» que viene dada de padres a hijos casi genéticamente. No sé si en el genoma humano está contemplado, por eso dije «casi». Es un querer por tradición, familia y me abstengo de decir por propiedad.

Es un modo gris musgo arratonado de amor. Color que sólo pega con el mismo color gris musgo arratonado. Es como cuando tenés un poco de hambre y pedís en un bar a las siete de la tarde una Coca y un pebete de jamón y queso. Alguien puede retrucar y decir «es un clásico».

Insisto, es una costumbre que te lleva derechito a la facilidad del no pensar. Si por lo menos pidieras un tostado o un chip de pavita, otro sería el querer, un poco más sofisticado.

Volviendo al ámbito de lo humano: es una fea costumbre esa de querer a otro por costumbre. Horrible. Como querer a otro por «gratitud».

Particularmente siempre me ha llamado la atención la palabra «bicoca». Y mucho antes de ponerse de moda la droga y la Coca light. ¿Acaso se dice «bineuss; bisevenup»?

Bidú sí, me recuerda alguien. Yo no la conocí.

¿Bicoca significa dos Cocas? Mozo, por favor traiga una «bicoca». Somos dos.

¿Bicoca querrá decir dos Cocas baratas? Si así fuera es mejor decir «dos Pesis» que es menos cara que la Coca o dos Inca Kolas, maestro.

«La Paternal». En esto hay algo que no concuerda: el artículo con el sustantivo. Algo «rarito» sucede con el género cuando se nombra a este barrio.

Me suena a algo así como "la paternal mamá", se subió los pantalones, sacó el delantal, se puso los championes, dirían los uruguayos, nosotros decimos los "botines" y casi, casi mete un gol. Pero no pudo.

Hay algo de travestismo en esas dos palabras. Y con esto espero no molestar ni ofender a nadie. Pero francamente La Paternal no resulta ni femenino ni masculino, tampoco neutro.

No alcanzo a imaginar cómo es «el lío de polleras en La Paternal». Se me mezcla. Y para despejar puedo pensar en «lío de sungas».

Mi última invitación a comer la hice "face to face" por face, mi telefonofobia avanza implacable.

- A las nueve comemos pollo, tomamos gaseosas salvo que ustedes traigan el vino, a las doce y media ya me entra el sueño, a la una los miro con malos ojos, a la una y media te vas con tu pareja que antes se llamaba Yolanda y ahora le dicen Carlos. Eso no me importa. Lo que sí me importa es que me ayuden a lavar los platos: mañana no tengo personal. Detesto lavar platos donde comieron otros. Si quedó claro subí el pulgar. No es para que «cuenten plata delante de los pobres», es gratis, corre por mi cuenta.

Me contestaron: En estos tiempos en ninguna parte del mundo se cuenta plata delante de los pobres ni... de los ricos. Gracias por la invitación, no iremos. Vamos a contar plata.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 11.3.12

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