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Hable con ella

Amiga es la persona que escucha tus quejas, calma tus angustias, en fin, presta su oído. Psicoanalista es la persona que las rastrea, les da forma y las interpreta; alquila su oído. Uno es quien las padece.

Freud da el ejemplo de una de las «identificaciones» que estudia. Es la de las muchachas que residen en un internado. A una de ellas le ha llegado una carta de amor. Por identificación, todas se vuelven locas como la destinataria. Hacen masa, hay empatía. Nada nuevo. Sucede todo el tiempo y más aún desde el auge de las nuevas tecnologías y de ellas, las redes sociales.

En la elección de amigos, básicamente del mismo sexo, pero no excluyente, funciona la identificación, las afinidades múltiples y el bien común: el de los dos.

Si en la actualidad la política lo invade todo resulta necio desoír esta irrupción. Por lo tanto propongo nuevas funciones para la amiga razonable y pragmática. Todas tenemos una. Y todas somos capaces de tomar la posta cuando el infortunio es ajeno. Ahí dictamos cátedra. Somos PhD en desatinos ajenos.

Un encuentro  

Munida de estos pensamientos fui a una reunión. Allí me encontré con una amiga que reúne estos atributos. De esa clase de amiga que no hace falta llamar por skype ni por teléfono para contarle tu vida. Eso se hacía hace veinte años. Luego de los consabidos «estás divina... qué te inyectás... pasame la dirección del médico» y esas cosas, le detallé algunos infortunios de amor, domésticos y demás.

Mi amiga es moderna y expeditiva. Como andaba detrás de unos canapés que se le escabullían fue directa en su apreciación; hasta la próxima bandejeada de material comestible, se entiende.

- Mirá Felicitas (me llama así). Me extraña que una chica como vos, tan contemporánea, piense con criterios pasados de moda, antiguos.

- Si yo fuera vos, lo llamaría. Vos sabés cómo se hace.

- ¿Cómo?

- Haciéndote más «...uda» de lo que sos.

- ¿Más?

- Siempre se puede ser un poco más. Vos podés.

Cuando en mis clases de inglés me enseñaron una réplica común en ese idioma, «If I were you», haría, diría, etc. («si yo fuera vos», haría, diría, etc.) me indignaba, me parecía el epítome de la desubjetivación y decía para mí «pero no sos yo». Y esas cosas que se dicen cuando se es muy joven.

Hoy, que estoy comenzando a pegar la vuelta, ojo, no digo que estoy de vuelta me pregunto: ¿Qué es una amiga sino esa persona que te ayuda de un modo práctico? ¿Qué sucedería si se tomara la molestia de hacer ciertas cosas por vos; cosas que no sabés o no podés hacer? No pasaría nada, como suele suceder con las hechos más catastróficos que nuestra mente es capaz de imaginar.

Si tu amiga lo tiene tan claro ¿no será una buenísima idea que lo haga ella? Y así te ahorre la subida de presión y hablar hasta con las paredes que ya están hartas de contestarte y que no las escuches.

Por eso cuando mi pragmática amiga divisó un sandwichito, antes de ir tras de él me dijo: - Mirá Felicitas, si no lo llamás vos, lo llamo yo.

- Hecho. Te paso por mail los cinco teléfonos.

Otros métodos  

Si los caminos hasta ahora han fallado, ¿no es momento de cambiar de metodología y que se ocupe otro? Desde las redes sociales ya se hace, con el resguardo de la protección de la pantalla. No se trata de transformarte en un pusilánime títere de trapo sino de ser el autor intelectual de la trama y que opere otro. Que es el que hace el trabajo sucio de llamar, hablar y pactar. ¡Y que te terminen de arreglar el placard! No es cobardía; es pura estrategia. Casi como la vía diplomática que siguen los países con sus embajadores antes de declarar una guerra. Los organismos tipo Naciones Unidas, la OTAN y tantos otros no definen. Mandan veedores. Los reyes enviaban emisarios.

Simplemente, se trata de un modo de medir fortalezas y debilidades del otro y reservar un lugar para tu próxima aparición. O no.

Este circuito no termina aquí. El bien común - el de las dos - significa que cuando tu amiga se encuentre en similitud de condiciones de inhibición y malestar, vos harás el papel de correveidile. Es una reciprocidad que se impone como una alianza estratégica en el progreso de la salud mental.

Acuerdo con el recientemente fallecido Mario Trejo, el mejor modo de esperar es ir al encuentro. Adscribo; pero si va un lugarteniente, mejor.

Esto de transitar caminos plagados de sinsabores y hacerte cargo de pequeñas y asquerosas vicisitudes, le resta valor a tu vida. En plena época del auge de los servicios, no estaría mal aplicar este esquema, que no te excluye sino que te involucra, porque deberás reciprocidad a tu facilitador. O sea, hoy por mí, mañana por ti. Hable con ella.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 3.6.12

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