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Medias de nylon

El escritor norteamericano Norman Mailer, 1923-2007, además de practicar boxeo y haber marcado una época con su literatura - La Canción del Verdugo; Los hombres duros no bailan y El fantasma de Harlot - se hallaba enemistado entre muchas otras cosas y personas, con el plástico.

Sí, consideraba a este material como un diablo de nuestro tiempo, porque no muere y es impredecible. El triunfo de este material representaba para él, el triunfo de lo mediocre.

¿Será que sólo veía sus aplicaciones en los casinos de Atlantic City o en los objetos kitsch que se confeccionaron en serie en los '60? Y como consecuencia de esta mirada, ¿será que se privó de evaluar sus usos en la medicina, en la Carrera Espacial - como se decía entonces - y en los utensilios de la vida cotidiana imposibles de remplazar por otro material por su maleabilidad y precio?

Aunque no descienda de una nobleza de estirpe natural, nada más plástico que el plástico.

Se trata en realidad de un derivado del petróleo, de un polímero que hallamos en todas partes.

Apuesto a que si giran sus cabezas con algo de material plástico se encontrarán. Y si no les gusta llamarlo así, pueden nombrar a esta resina sintética derivada del petróleo: acrílico, poliéster, nylon. A esta última fibra quiero llegar.

A las medias  

Me deslizo de un Norman Mailer a la velocidad de un Félix Baumgartner y me detengo en la observación de la realidad más lata.

¿Habrá notado el lector que las mujeres ya no usan medias de nylon de esas transparentes, por más que amenace lluvia, tormenta y frío? ¿Verdad que sí?

Esta segunda piel, sedosa y sensual, ícono del sex-appeal de las chicas de calendario de los '50, casi de golpe, dejó de usarse.

La señora Mirtha Legrand es dueña de la frase: «Medias, hasta en la playa».

Pues ahora resulta que las jóvenes subieron sus faldas hasta convertirlas en minishorts y si es necesario los adornan con pantys oscuras y opacas. Sólo si es invierno y ultra inevitable. De lo contrario piernas desnudas con botitas.

El vate latinoamericano por excelencia, - Rubén Darío - también llamado Príncipe de las Letras, seguramente les hubiese dedicado alguna estrofa a las medias. Un tipo capaz de escribir «tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías», del poema Margarita, seguro se hubiese fijado en esta malla estimulante que cubre ¿cubría? las piernas femeninas. Alguien que escribió «ya tendrás la vida para que te envenenes» del poema «A Phocás, el campesino» o la famosa «La princesa está triste ¿qué tendrá la princesa?» del poema «La Sonatina» no hubiera dejado pasar la oportunidad de cantar al guante que recubre las piernas de mujer.

Claro que Darío murió en 1916 cuando aún la fibra no se comercializaba. Recién en 1940 en los Estados Unidos, hace furor en forma de medias, arrebatándole el lugar a las de seda.

Piernas pintadas   

Una flamante industria que comenzó de abajo - por los pies - para reinar durante décadas hasta que a unas señoritas se les dio por seguir los pasos de diseñadores que ahora recomiendan pintar o cubrir las piernas con productos que aún no probé. Sé que son en forma de crema y producen un efecto satinado -recién-volví-del-Caribe, ché, chévere.

Según reza la leyenda más que urbana, global, medias, chocolates y cigarrillos norteamericanos fueron los primeros regalos que los aliados encontraron a mano para llevar algo de alegría a los devastados sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial. Estos hicieron las veces de espejitos de colores para los indios o de los imanes que llegaron a Macondo de la mano del mago Melquíades.

Pero claro que no alcanzó y nunca alcanzaron a reparar el daño realizado, para el que aún no encuentro explicación que me pacifique. Y más aún, ahora que soy una chica mayor cada vez tengo menos claridad al respecto y más desasosiego.

Recuerdo cuando mi madre me explicó cómo se ponían las medias de nylon y en una demostración más que elocuente me dijo: «Ahora ya sos grande». En mi historia, esas medias señalaron un rito de iniciación por el que pasé de ser niña a ser mujer, dejando una huella casi como la menarca.

Y ahora vienen estos chabones modernos hijos del diseño y dicen: - No van más las medias transparentes.

No hay derecho ni revés. Justamente aquello que sí tienen las medias: derecho y revés. Como deben tener las cosas.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 21.10.12

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