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Mañana digo basta

Quentin TarantinoEn el curso de una semana dos noticias me han sorprendido. Por no decir que me han caído como una bomba. Sé que no conviene usar esta última palabra en honor a estos tiempos en que Oriente Medio se debate en encarnizada lucha. Pero esa fue mi sensación.

Lo cierto es que no esperaba que el escritor Philip Roth - al que se le ha negado en reiteradas oportunidades el Nobel a pesar de integrar hace años la lista de favoritos - haya decidido dejar de escribir a los 79 años.

Roth hace hincapié en que está cansado y que ya no siente el fanatismo por escribir. «He dedicado mi vida a la novela: he enseñado, he escrito y he leído. Ya basta...»

Simultáneamente otro, un poco menos grande en el amplio sentido de la palabra, el cineasta Quentin Tarantino, el de «Pulp Fiction», «Perros de la calle» y «Bastardos sin gloria», anunció que pronto dejará de filmar. Está convencido de que los peores trabajos de cualquier director pertenecen a los cuatro últimos años antes de su retiro. «Diez películas para una filmografía como la mía están bien. Yo ya hice siete».

En ambos casos se trata de un «mañana digo basta» con distinto sabor.

Casos distintos   

A la edad de Roth, de quien intuyo que no es un necio, se trata de una renuncia digna, inapelable, de dejar de hacer algo - escribir novelas - que ya no le causa placer ni bienestar. Afirma que hace tres años que no escribe. Seguramente se dedicará a colaborar con artículos para revistas y con los reportajes que ya le están comenzando a hacer, a propósito de sus declaraciones, tendrá bastante tiempo ocupado.

El caso de Tarantino es distinto. Además de ser más joven que Roth, conoce eso de la curva decreciente, cuando se está razonablemente bien posicionado entre los mejores directores no comerciales de «la industria sin chimeneas», o sea, el cine. Quiere ser recordado en su cénit.

James Dean, por ejemplo, hizo sólo tres películas en su corta vida. Me atrevo a decir que es el más revisitado del firmamento hollywoodiano. A veces tres es suficiente.

El otro ejemplo que se me ocurre a propósito de los anteriores es el de la escritora, guionista y periodista Dorothy Parker. Escribía por necesidad de sustento, no digo que para comer, pero casi.

En una oportunidad, cuando le preguntaron a Miss Parker cuál era la fuente más importante de su obra contestó: «La necesidad de dinero, querida».

Tanto Parker como Roth y Tarantino tienen distintas posiciones respecto de sus fuertes narcisismos disfrazados de falsa humildad. Nadie que tenga la lengua afilada de la primera, la producción literaria del segundo y esa mirada terrible y poco modesta del cineasta son gente sencillita. Más bien responden a esa frase últimamente de moda: «Antes muertos que sencillos». Por si no quedó claro, tal vez convenga recalcar que los tres son santos de mi devoción contemporánea.

Personalmente adscribo a estas decisiones que tienen la misma estructura de «si no tenés comodidades, no invites a comer a tu casa».

Si considerás que ya no poseés nada bueno para ofrecer, no des nada. Llamate a sosiego, diría mi padre. No vaya a ser cosa que te suceda lo que a Scott Fitzgerald, el que escribió «El Gran Gatsby» entre otros títulos, quien trabajó en condiciones indignas para los estudios de Hollywood durante sus últimos años. Hasta que murió debido a altas dosis de tristeza y alcohol. Se dice que nadie fue a su funeral. Ni una flor le mandaron; justo a él que supo pasearse por París, cuando era una fiesta a la que había sido invitado.

Muchas veces escucho por televisión algunos programas nocturnos donde es moneda corriente alentar a cientos de personas con un único ¡Tú puedes!

Este «para todos» la «misma consigna» no está bueno. Cada caso es particular y no es verdad que todos puedan. Cada sujeto tiene un límite singular. No todos pueden siempre todo ni lo mismo.

Roth decretó su límite a los setenta y nueve, Tarantino lo hará, según sus propias palabras, luego de la realización de tres películas más. El límite de Miss Parker estuvo dado por la necesidad de subsistencia. Y el de Fitzgerald hasta que reventó.

No hace falta llegar a eso, créanme.

A quienes quiero y admiro siempre les deseo lo mejor. Puedo revisitar sus obras. Seguramente me falta mucho por descubrir.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 25.11.12

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