Imprimir

Violencia en domingo

«Django sin cadenas» - TarantinoHace un par de domingos me encaminé por la mañana hacia el supermercado. La noche anterior había visto la película de Tarantino, «Django sin cadenas». Tarantino siempre me gusta con matices: a veces mucho otras un poco menos. Pero lo incluyo en la alfombra roja que cubre mi corazón.

Este film me llevó, sin saber yo el motivo, a despertarme ese domingo con el recuerdo de una frase de otra película: «Me gusta como huele el napalm por las mañanas». Es de Apocalipsis Now, del otrora monstruo cinematográfico Francis Ford Coppola y adaptación de la novela «El corazón de las tinieblas» de Joseph Conrad. Ambos films transcurren en lugares lejanos. La primera en el «lejano oeste» donde luego se edificó Hollywood y la industria sin chimeneas: el cine. La segunda, cambia el original - el lejano corazón de África - por el también lejano Vietnam.

Una asociación posible es que en ambos films la violencia tiene asistencia perfecta: no falta nunca.

En verdad nada de esto me espanta. Son otras las causas que me violentan.

Con esa frase dándome vueltas a la cabeza, como los helicópteros con música wagneriana en la película de Coppola, bajé a la calle. No estaba para deshojar margaritas ni para frases del tipo «los diamantes son los mejores amigos de las chicas» o «para dormir, sólo uso unas gotitas de Chanel Nº 5».

Esa mañana no me apetecía, como en otros momentos, aquellos encantadores dichos susurrados a media voz por Marilyn Monroe. El perfume Chanel me gusta, tanto más ahora que lo promociona Brad Pitt, pero no por las mañanas y menos esa mañana. Y en cuanto a los diamantes - esos carbonos cristalizados con una marca diez sobre diez en escala de dureza Mohs - ignoro si me gustan. Nunca vi uno. O si los vi, eran demasiado pequeños.

Es evidente que si recordé aquella frase apocalíptica, esa mañana, tenía el firme propósito de hacerme odiar. Pocas cosas me cuestan menos.

Y allí donde otros ven una familia feliz dispuesta a pasar un día al aire libre cargando el baúl del auto con saladitos y brownies, yo veo un niño que se escapa y corretea en medio de la calle muy cerca de autos que se desplazan a velocidad. Y grito cosas no muy agradables del tipo: ¡Cuidá a tu hijo antes que a los brownies!

- No vi cuando se escapó -, contestó la irresponsable y meta masticar brownies mientras cargaba el baúl.

- Por eso amiga, le digo, si te gustan más los dulces que cuidar a tu hijo encadenalo con un lazo que no dañe sus muñecas, pero no lo dejes solo en medio de los autos.

No creo que sea la mejor manera de proteger a un niño, sin embargo, es la más conveniente para gentes irremediablemente torpes.

En ese momento ya me hice odiar, que era en definitiva mi cometido.

Cuando llego al supermercado de nuevo me encuentro con esta pareja tal-para-cual en la cola de la caja. Estaban detrás de mí. Les cedí mi lugar: no me gusta como huelen las familias imprudentes. Es más, no me gusta la gente que se queda de brazos cruzados comiendo brownies ante lo evitable y luego dice - «es el destino».

Mi primera reacción fue como la de Django. Hubiese arremetido con improperios adecuados para la ocasión. Pero no quiero terminar castigada en un triste final a la sombra y tener que leer las novelas Cincuenta sombras de Grey y/o Cincuenta sombras liberadas y/o Cincuenta sombras más oscuras, las tres de E. L. James. Las únicas sombras que me gustan son las de Chanel y la que me cobija en verano: aquella que encuentro en mi hogar.

Pero tampoco me gusta la figura del arrepentido ciclista Amstrong, que se acordó tarde de ciertas ingestas. ¿Será que le provocaban una especie de amnesia?

Cuando quiero hacerme odiar y veo algo poco floral y opaco - bah, algo que no me gusta - lo digo, siempre y cuando estén dadas las condiciones y debidamente envalentonada por films que actúan como disparadores de esta actitud. No soy tan valiente como parezco en la foto.

Es que el cine tiene un fuerte magnetismo y un amplio poder de identificación. Creo que de ahora en adelante sólo miraré las películas que presenta Virginia Lago -todo-demasiado-bien los días de semana y los sábados por Telefé. Claro que un discurso tan azucarado, por más que hable de un matambre y lleno de diminutivos, también irrita.

O no bajaré a la calle los domingos. Se ven cosas que durante la semana permanecen tapadas por la dramática de la vida cotidiana.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 24.2.13

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.