Imprimir

La heladera paciente

En el antiguo calendario romano existían los "idus", días de buenos augurios, que correspondían a los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre y los días 13 del resto de los meses. De ahí que aún subsista el martes 13 como superstición; en nuestro calendario de mal presagio.

La producción cultural -música, literatura, cine y otros- está llena de alusiones a los meses y estaciones del año debido a alguna resonancia significativa con la obra. Tomo de ejemplo "Las cuatro estaciones" de Vivaldi; "El Otoño del Patriarca" de Gabriel García Márquez; la película "Verano del 42"; "1984" de Orwell y la famosa poesía de T. S. Elliot "Abril es el mes más cruel".

Para mí noviembre es el mes más cruel. Cuando ya parecía que el año había transcurrido y comenzaba a caminar las primaverales callecitas, zácate, pintó bajón. Con diferencia de muchísimos años, mis padres tuvieron la pésima idea de morir en ese mes. Agregaron un calificativo más a mi persona: huérfana.

Como no podía ser de otra forma, en el malhadado mes de noviembre dejó de funcionar la heladera. Se puede vivir sin pava eléctrica para el mate, en especial cuando una no toma mate, o sin el "cooler" del auto -sistema termo eléctrico que enfría o calienta bebidas- en especial si una no tiene auto, como es mi caso. Hasta se puede vivir -mal- sin el impacto del rayo catódico, actualmente reemplazado por las tecnologías LCD o LED, cuando se descompone el televisor. Pero no se puede vivir sin heladera.

La mía, como por arte de magia negra dejó de respirar sin avisar. Por un momento me dije: -Mejor, así me compro otra de esas todas metálicas, no frost, ese frío que no escarcha ni escorcha.

IDAS Y VUELTAS

Aún no compro electrodomésticos por teléfono como lo hago con las empanadas. Es un delivery que desconozco. Sé que hay gente que sí lo hace. No conozco esa clase de gente.

No es tan fácil desprenderse de una heladera. No la podés tirar a la basura ni dejarla en medio de la vereda. Además, hay que elegir a la que la reemplazará. Y para ello debés disponer de horas de paciencia. Los tiempos no están para tirar manteca al techo, en mi caso derretida. Lo peor es pactar la hora de entrega con franjas horarias de doce horas: -Se la entregamos seguro entre las 8 y las 20.

Estaba decidida a reemplazar la heladera cuando llamó mi amiga Mónica y me sugirió que antes de dar ese paso la viera un técnico en reparación de enseres dedicados a la cadena de frío. Bah, no lo dijo así. Seguí su consejo más por obligación -con mi padre- que por convicción. Me comuniqué con mi proveedor habitual de los soportes técnicos más absurdos que uno pueda imaginar. O sea, gente que se dedica al mantenimiento en buen estado del hogar y que nunca está cuando la necesitás.

Mi proveedor me dio el teléfono "de un genio en heladeras".

Logré comunicarme -todo estaba saliendo bien- él me diría que no hay caso, que compre otra y listo. Me daría una especie de autorización para la futura compra. El tipo llegó a mi casa con un maletín y en bermudas. Los genios son gente rara. Se presentó -era de origen germano- y muy amablemente me pidió que no le hablara hasta que diera su diagnóstico y que me retirara. La cocina se convirtió en un quirófano y mi escritorio en una sala de espera. Alcancé a ver cómo depositaba sobre la mesada los instrumentos que iba a usar. Cada tanto me acercaba y sin abrir la puerta del quirófano-cocina, le preguntaba: -¿qué heladera me recomienda comprar? -No me distraiga señorita, no terminé.

Pasados unos cuarenta y tres minutos me llamó: -Venga, su heladera no murió, funciona, escuche el latido del motor. Me hizo sentar y me explicó paso por paso qué había hecho, como si yo entendiera. Creo que la pared de atrás es como la columna vertebral de los humanos. Juro que este hombre era un Favaloro de las heladeras. Hasta me habló de un caño -tubito- que "hoy en día los fabrican de ¿plástico?, ¿hierro? para abaratar ¡no de cobre como la suya!"

-¿Y qué piensa de las heladeras no frost? le pregunté como para agilizar la conversación. Fue como haber nombrado al diablo. -¡Macanas -gritó- puras macanas! Las heladeras de hoy están pensadas para durar cinco años. Repito, el genio dijo cinco años, ni diez ni siete.

- Obsolescencia planificada, acoté. El maestro me contestó: -Así es. No lo dije porque temía que usted no supiera de qué hablaba. Hay que saber tratar a las heladeras. Su heladera está hecha para durar toda una vida.

¿Y cuánto es toda una vida?

-Nadie lo sabe.

Vino al día siguiente a visitar a su heladera paciente, estampó una etiqueta con su nombre y teléfono y me cobró.

Antes de despedirse lo invité a que viera mi biblioteca, donde hay libros que heredé de mi padre.

-¿Usted leyó todo esto?

-Prácticamente.

-Su heladera va a durar hasta que usted termine de leer lo que le falta; se lo aseguro. Nos despedimos con un caluroso y paradójico apretón de manos.

Fuente: Diario El Día de La PLata; Revista Domingo; 13.11.11

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.