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De éxitos y fracasos

Don DraperAhora que terminó la sexta temporada de Mad Men me propuse repasar la historia de su protagonista, Don Draper. Para esto me enchufé al DVD de la computadora y volví a ver la primera temporada. Más allá del relato, que bien podría pasar por considerarse una Gran Novela Norteamericana, aquella que aún no se define cuál es - para unos o no se escribió todavía para otros - la serie plantea innumerables aristas pasibles de rastrear.

No huyan, no contaré de qué va. Sólo destaco que es la historia de una agencia de publicidad en la New York de los tardíos ’50, que entra en la brava competencia de los maravillosos ´60 y no le va nada mal.

Lo mínimo que se puede decir es que Don Draper es alguien que triunfa en su carrera. Sólo en su vida profesional por más que no deje títere con cabeza en la faz amatoria que le sale de taquito. Claro que esa parte no es la que más le interesa. La serie se encargará de decirnos, desde la primera temporada, que se abate sobre él un oscuro pasado que le impide saborear su presente.

Nadie como el personaje de D. D. demuestra que el éxito no es degustado de igual forma por todos. Para muchos el éxito se trata de un «sólo por hoy». Sólo por hoy no bebí, no fumé, no comí. Para otros, lograr un nivel alto en el Candy Crush Saga se considera un éxito. Con esto digo que el éxito es un concepto absolutamente subjetivo, no depende de la calidad del esfuerzo, pero lo implica.

En línea con lo anterior, sería de esperar que el lado B de todo discurso permita a un sujeto experimentar cierta alegría o semifelicidad respecto de la meta alcanzada.

Para el psicoanálisis, el éxito en la vida adulta es el resultado de un triunfo en la escena edípica durante la vida infantil. Recordemos que, genéricamente, ésta se trata de un desmedido amor por el progenitor del sexo opuesto sin que el niño tenga en cuenta que los padres hacen su vida, allende de las preferencias de sus hijos. Los triunfos están correlacionados con haber vencido al padre del sexo opuesto en la mítica circunstancia edípica.

Ok. Todo bien. El pequeño gran problema radica en que haber vencido al padre conlleva una consecuencia no fácil de esquivar: una culpa inconsciente. Y las culpas se pagan, mucho más que las deudas. Como se podrá apreciar, la constitución de las personas no es de una sola pieza, como lo pretenden ciertas teorías psicológicas. La vida psíquica está llena de recovecos. Se ve entonces que la culpa no es parte de la solución, sino parte del problema.

Oscar Wilde afirma que en el mundo existen sólo dos tragedias. La primera: no conseguir lo que se desea. La otra: conseguirlo. Y agrega sabiamente: esta segunda es la verdadera tragedia.

Todos conocemos sujetos que una vez obtenido un triunfo, se deprimen, como si el pequeño saboteador que tienen adentro no pudiera acallarse más que fracasando. Son los que pertenecen al grupo descripto por Freud en Los que fracasan al triunfar.

Un ejemplo palpable nos lo dan en el cine El Gordo y el Flaco. Los tipos vencen obstáculos cada vez más difíciles de sortear, hasta que al final cuando parece que los desaguisados van a salir bien ¡zácate! todo se va al mismísimo demonio. Como artífices de su propia desgracia curten una poética de perdedores, de derrotados. Y en eso no hay quién les gane.

Woody Allen es otro que abreva en la poética del perdedor de un modo más aggiornado a los tiempos que corren que la dupla de ¿cómicos? Sólo que a la derrota le da un giro y la suaviza, la mitiga con humor. El resultado es otro. Como si dijera que algo es demasiado bueno para ser cierto. Se parodia todo el tiempo a sí mismo.

Charles Chaplin, en su personaje Carlitos con los pies para afuera, en cambio, a veces llega a ser razonablemente feliz. No es un derrotado ni un vencido.

De Don Draper aún no se puede concluir ya que a la serie le falta la última temporada. Pero va en el mismo camino que Laurel y Hardy. Me pregunto: ¿cómo harán los guionistas para dar un cierre que deje conformes tanto a la audiencia como al canal Sony y a los anunciantes, sin sumirlo en el lugar del puro fracaso personal? Y que además, sea creíble, obviamente. Difícil tarea.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 4.8.13

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