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La negación

En el prime time televisivo, en una de las tiras diarias de mayor éxito, asisto a una escena que me mueve a risa. Se trata de una ex mujer aún prendida del marido, quien ya encontró alguien a quién amar. Ante las reiteradas afirmaciones de él acerca de cuál es en la actualidad el vínculo que los une, éste le clava cual daga un: «Te quiero, claro que te quiero. Te quiero como la madre de mis hijos y siempre te voy a respetar por eso».

Ella, que continúa cada vez más sorda y ciega ante la realidad de los actos de su ex compañero, le retruca: «Todavía no sabés qué te gusta. Lo tuyo con ella (la otra) es un berrinche. Ya se te va a pasar». (sic)

Francamente se trata de un diálogo tragicómico. ¡Hey, hey , hey, chica! ¿Qué parte no entendés? Pero ella no entiende. Ante este ritornello de él, la mujer le contesta, más allá de lo que efectivamente dice, algo así como: «Sos un …udo. No sabés nada. Ya vas a cambiar». Técnicamente, ella extiende una gran capa negadora sobre una escena lastimosa. Y sí. Es feísimo que prefieran a otra, especialmente cuando ésta tiene la cara, el cuerpo y la voz de Natalia Oreiro personificando a Aurora. Se entiende que a la ex mujer se le haga la noche cada vez que despunta la aurora.

Doy otro ejemplo de esto de no querer ver saber ni escuchar algo desagradable, que con seguridad nos ha pasado más de una vez.

Dejaste un dinero en la cajita de siempre, al alcance de la otra persona que se hallaba con vos en el cuarto. Cuando vas a pagar la cuenta del delivery, la plata no está. Vos sabés que sólo una persona pudo haber metido la mano en la lata, digo la caja, y te callás. Abrir los ojos y denunciar a la otra persona que te acompañaba sería aceptar un hecho doloroso que no admite dudas, además de dejarte sin las empanadas que pediste. Y eso no se negocia.

En ambos ejemplos existe un reconocimiento de algo que causaría sufrimiento e inmediatamente se ejerce una barrida de la escena desagradable. El inconsciente de cada sujeto sabe cómo arreglarse con estas cosas. El recurso más usado, para el segundo ejemplo, es el de pensar que tal vez las cuentas no se hicieron bien, que el dinero se donó a un hogar de ancianos - bien gastado está - y todo tipo de razonamientos tendientes a encubrir con la misma capa de negación antes nombrada el hecho penoso.

Freud da el ejemplo del tipo que sueña con una señora igualita a su madre y después del relato agrega: Pero mire doctor que no es mi madre. Por supuesto se trata de la madre.

El otro extremo de no querer saber nada de alguna situación se da cuando un sujeto ve y escucha demasiado. Y ahí te quiero ver, es un decir. Porque no me gusta cuando - todos experimentamos este trastorno en algún momento de nuestra vida - las antenas de tan paradas, registran todo, siempre y te conducen como si fueran un radar a conclusiones un tanto extremas. No siempre desacertadas, pero a costa de desconfiar y sospechar hasta de los más cercanos. Los tiempos que corren, es verdad, favorecen este tipo de conductas y hasta las impulsan.

De los dos comportamientos, si me dan a elegir, prefiero el primero. Y más aún una tercera posibilidad, dada por quien no acusa recibo de nada. Atención, no se trata del mecanismo de negación, sino del de ciertas personas - bellas indiferentes - a quienes casi todo les resbala.

Pasan por el mundo tibiamente - como vomitados por Dios - y eso dicen que no es bueno. Los bellos indiferentes serán un poco más estúpidos que los vivos que lo niegan todo y los vivísimos que suponen y sospechan de todo. O mucho más estúpidos que ellos. Si entraras a esta tercera posibilidad, seguramente no te importará ser un poco más estúpida, cuando ya sos de base estúpida es un problema para los otros, no para quien pertenece a esta bella y cómoda posición. El punto es que cuando por algún motivo - y siempre los hay - se cae uno de ese lugar ya no se retorna, a no ser que se sea un estúpido estructural.

Conclusión: como todo en la vida, una pizca de cada ejemplo mencionado da por resultado una combinación interesante por lo casi perfecta. La fórmula óptima sería: sospechar un poco, negar en la misma proporción y que las cosas te resbalen, todo en dosis manejables y a discreción; en forma simultánea y no alternada, he ahí el secreto. Y good show con papas fritas y vermouth.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 11.8.13

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