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Amor de princesa

Diana de GalesAntes de darme un atracón con las películas nominadas al Oscar, las veo todas, elegí ver Diana, en alusión a la princesa de Gales. El film gira en torno del romance secreto entre Lady D y el cardiocirujano Hasnat Khan, de quien se dice fue el amor de su vida. Después de dos años de encuentros secretos, sólo llegaron a la separación. Según la película, el médico no contó con la aprobación de su madre a quien no le gustaba demasiado una mujer divorciada con hijos, además de no profesar el islamismo. El verdadero doctor afirmó en un reportaje, que sus familiares jamás se opusieron a la relación.

Días más tarde, cuando intentaba encontrar algo interesante por televisión, un sábado por la tarde, me topo en el Disney Channel con La Cenicienta. Reconozco que disfruté enormemente de esta versión, que no se ajusta estrictamente a la de los hermanos Grimm. No importa. El hueso es el mismo: chica ve contrariada su suerte por obra de una madrastra quien pretende y logra no pagar servicio doméstico: ¡si la Cenicienta puede hacerlo! Mala mujer dedicada a ubicar a alguna de sus dos horribles hijas en como princesa. Lo logra la Cenicienta, quien con la ayuda de una corte de animalitos del bosque, confeccionan un digno vestido con el que irá al baile ofrecido por el príncipe para elegir esposa. Pierde un zapato pero gana un marido con el que se casa y es feliz. Okey; típico cuento folklórico de hadas con final feliz.

Es claro que entre los dos relatos existen semejanzas y diferencias. El dibujito de Disney cierra perfecto. Se trata de un cuento de principio cruel, un crescendo sostenido por la maldad de tres mujeres y un final encarnado por un hombre, que además es príncipe, quien nombra princesa a la humillada. Triunfa el bien, el amor y la familia. Recordemos que el príncipe aspira a tener descendencia con una bella mujer, que en esta ocasión, además sabe lavar, planchar y abrir la puerta para ir a jugar.

En contraposición a La Cenicienta, la Lady D de carne y hueso perteneció a una pequeña nobleza desde el vamos. Su vida trata de un cuento de princesas menos edulcorado que el anterior, más real y con un final trágico. Su vida transcurre por otro carril, que la lleva a una muerte impensada. Hay un momento donde Diana se despega del cuento de hadas para comenzar a ser la chica de la puerta de al lado; una más en la serie de mujeres que sufren mal de amores, además de anorexia. Se desprende que del desamor no te salvás por más princesa que seas. Y ya no me refiero al no- amor del príncipe Carlos, sino a los otros, con los que ni un rancho pudo armar.

Dice el psicoanalista francés Jaques Alain Miller «no basta con amar a alguien para que el otro te devuelva con la misma moneda. Esto no asegura en absoluto que al amor de uno responderá al amor del otro. Cuando eso se produce es siempre del orden del milagro». No se puede calcular por anticipado. Y acá, hoy estamos hablando del amor del cuento de hadas, de princesas, no del cuento de milagros.

Por otro lado, existen tantas miradas respecto del amor, que convendría ponernos de acuerdo para saber de qué hablamos cuando hablamos de amor. Y eso no es fácil. Ni en El Banquete de Platón, que es la obra donde se dan citan distintos especialistas - médicos, filósofos, escritores, efebos - se ponen de acuerdo, menos podríamos hacerlo en este pequeño espacio. Claro que una tiene sus preferencias. La mía corre por lo que dice Sócrates en tan magno cónclave. Que no es la del calce perfecto - la media naranja - entre amante y amado. El único calce perfecto que conozco es la del pantalón elastizado, que a veces hasta queda mal.

Una afirmación, que le escuché decir a la todo-terreno Moria Casán, quien parece pensar en vivo y en directo, de su cabeza a la nuestra, me llamó la atención y me dejó pensando. En mesa de almuerzo dominical con ilustre señora de la televisión vernácula afirmó: «A mí me parece que esto del amor está sobrevaluado. Y eso que siempre tuve pareja».

En línea con lo dicho por la vedette y en tren de desmitificar, podría pensarse el film Diana, como una segunda parte del cuentito redondo de los hermanos Grimm. Algo así como «lo que le pudo haber sucedido a La Cenicienta después de su casamiento con el príncipe».

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 9.2.13

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