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Mirando por la ventana

sanAunque la he transcripto en otra nota, la parábola judía es tan bella y tan apropiada que la comparto nuevamente.

Cuentan que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un rabino. El rabino tomó la mano, lo acercó a la ventana y le dijo «mira».
El rico miró por la ventana a la calle.
El rabino le preguntó: «¿qué ves?».
El hombre respondió: «veo gente».
El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo: «¿Qué ves ahora?».
El rico le respondió: «Ahora me veo yo».
«¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse sólo a sí mismo».

Las putas de Santa Cruz

En noviembre de 1920 estalla la huelga en la provincial argentina de Santa Cruz. En enero de 1921 el presidente Hipólito Yrigoyen envía al coronel Benigno Varela para que solucione el conflicto entre los dueños de la tierra y los peones rurales.

A partir de la Primera Guerra Mundial el precio de la lana se había derrumbado, con lo cual descendió la tasa de ganancias de los ganaderos y se fueron acumulando importantes stocks. El primer paso, como sucede habitualmente, fue descargar parte del peso de la crisis en los trabajadores. Se concretaron despidos que sumados a las ancestrales condiciones humillantes de trabajo, precipitaron el estallido. La llegada de obreros anarquistas españoles, italianos, polacos, fuertemente politizados, intensificó el fuego.

El petitorio de los obreros parece increíble visto desde la actualidad: exigían que en recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente, que no se trabajase los sábados, un mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos, un botiquín en cada campo, y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como el único representante legítimo de los trabajadores, aceptando el nombramiento de un delegado como intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la organización que nucleaba a los estancieros, la Sociedad Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general en toda Santa Cruz.

El teniente coronel Varela medió en una primera instancia a favor de los trabajadores y volvió a Buenos Aires. Los patrones no cumplieron lo acordado, los trabajadores reiniciaron la huelga y en noviembre de 1921 regresó Varela a Santa Cruz con la convicción que fueron los obreros los que incumplieron, iniciando una represión feroz, produciéndose más de 1.500 muertos, enterrados en fosas colectivas clandestinas.

La historia rescatada y valorizada por Osvaldo Bayer cuenta que el 17 de febrero de 1922, en el Puerto de San Julián, cinco mujeres del prostíbulo La Catalana se negaron a ofrecer sus servicios a los soldados que reprimieron y fusilaron a los trabajadores en huelga.

«Los jefes avisaron a las dueñas de los prostíbulos que prepararan a las 'pupilas' para recibir a los soldados que empezarían a llegar por tandas. En el caso de San Julián la anoticiada fue Paulina Rovira, la dueña de la 'casa de tolerancia' La Catalana… Las cosas no fueron sencillas para los soldados que estaban haciendo fila frente a La Catalana. La espera se hacía larga y doña Paulina Rovira les avisó a los suboficiales, que las mujeres se negaban a atender a los soldados. Se habían rebelado… El suboficial y los conscriptos lo toman como un insulto, una agachada para con los uniformes de la Patria. Además, la verdad es que andaban  alzados. Conversan entre ellos y se animan. Todos, en patota, tratan de meterse en el lupanar. Pero ahí salen las cinco pupilas, con escobas y palos, y los enfrentan al grito de 'asesinos', 'porquerías', 'cabrones mal nacidos'… Las bravas mujeres no quisieron ganarse la vida con hombres a quienes ellas les habían perdido el respeto. Los soldados perdieron todo deseo en hacer algo, quedando helados cuando fueron llamados 'asesinos'.
Interviene la policía porque en definitiva, era el nombre de la patria el que estaba en juego. Las cinco prostitutas terminan en la comisaría del pueblo».

Bayer detalla, recabando los archivos de la comisaría de San Julián de esos tiempos, quiénes fueron esas mujeres: Consuelo García, argentina, 29 años, soltera, profesión: pupila del prostíbulo La Catalana; Ángela Fortunato, argentina 31 años, casada, modista, profesión: pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostibulo; María Juliache, 28 años, española, soltera, 7 años de residencia en el país, profesión: pupila del prostíbulo, y Maud Foster, 31 años, inglesa, con 10 años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Estos hechos están siendo representados en una obra teatral bajo el título de «Las putas de San Julián». Cuenta Bayer en Página 12 del 13 de septiembre: «La única que volvió, muchos años después, cuando ya había cumplido los sesenta años, fue la prostituta inglesa Maud Foster, y a su regreso fue la madama del prostíbulo La Catalana, el mismo donde ocurrió el rechazo de los soldados fusiladores. Maud Foster murió en San Julián y está sepultada allí. Y todo el elenco teatral, más los técnicos, concurrimos al cementerio a honrar su memoria por el gesto que tuvo ante tanto trabajador de la tierra fusilado. Y la actriz que encarnó su papel teatral, Maite Mosquera, después de cubrir con flores su tumba, comenzó a decirle bellas y poéticas palabras. Pero la emoción llenó de lágrimas sus ojos y silenció su voz. Fue entonces cuando todos los presentes comprendimos bien el gesto que habían tenido esas mujeres tan despreciadas por la sociedad y que habían sido las únicas que tuvieron el coraje civil de decir no a tanto asesinato impune de los que fueron víctimas los obreros del campo por pedir un poco más de dignidad».

«Siete Cajas»

Con ese título se conoció una notable película paraguaya, un cine apenas incipiente. Realizada en el mercado más importante de Asunción, la película se adentra en un mundo donde un joven y su novia se ven envueltos en una trama policial en la búsqueda de acceder a un objeto de consumo muy deseado que es un celular. Luego de una larga travesía de acontecimientos, el protagonista es herido y sonríe en el hospital al verse en la pantalla de televisión.

Consumo y aparición televisiva: dos formas necesarias e imprescindibles  para existir en la sociedad actual.

Los manteros en Paraguay que venden las películas en DVD, conocidas como truchas, decidieron no vender «Siete Cajas» para que la misma sea vista exclusivamente en los cines. Sacrificaron ingresos individuales para consolidar la industria cinematográfica de su país.

Mirando por la ventana

Las putas de San Julián y los manteros paraguayos sin saberlo, ubicados en los estratos inferiores de la escala social, entendieron el consejo del rabino: para ver a los demás hay que alejarse del espejo y mirar por la ventana. Así percibieron con claridad de qué lado ubicarse: las putas junto a los peones rurales y contra los soldados obligados a ser fusiladores por sus superiores. Y los manteros, mirando por la ventana, tuvieron una visión estratégica que las burguesías de los países subdesarrollados, alienados a la ideología del establishment más tradicional, suelen carecer.

Las putas y los manteros entendieron la parábola. Y actuaron en sentido contrario. Subestimaron a la plata. En el aire sólo quedó la desmentida al final de la parábola:

«¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse sólo a sí mismo».